En dos juicios se ventilaron las aristas pocos conocidas de los estragos que genera el narcomenudeo en la provincia. En este caso, en diferentes barrios de Villa 9 de Julio. Los crímenes de los que está acusado Miguel “Miguelón” Figueroa revelaron un complejo entramado de drogas, amores, dinero, poder, muerte y venganza.

Esta historia comenzó a escribirse hace más de una década. “Miguelón”, sospechado de ser un ladrón de poca monta, se unió con el clan Toro, señalado como líder de esa actividad ilícita. Por razones que nunca quedaron claras, se separó y comenzó con su propia carrera como narco. “Todo el mundo sabe que yo no compro droga, la robo”, le dijo a un Policía en un audio que se escuchó en las dos audiencias.

Con el correr de los años, Figueroa fue tejiendo alianzas en Villa 9 de Julio. Sus aliados fueron los miembros del clan Carrión, que durante mucho tiempo estuvieron enfrentados con los Toro.

El acusado siempre negó estar vinculado a las drogas y que su verdadera profesión era recorrer las fronteras del norte del país comprando chatarra. Las escuchas que les hicieron a sus familiares cuando estaba prófugo no coincidieron con sus dichos. Varias de esas charlas habrían estado vinculadas a la venta de drogas.

El caos

El 15 de diciembre de 2020, en el barrio San Roque, se registró un homicidio que marcó un antes y un después. Fue asesinado Gonzalo Figueroa, hermano de “Miguelón”. Un año antes, el mismo joven había sido víctima de un secuestro. Los investigadores señalaron que estaba vinculado a cuestiones de droga; la víctima dijo que todo estaba relacionado con la venta fallida de un camión.

Las luces de alerta de los investigadores de las fuerzas federales se encendieron al día siguiente de ese crimen. Los informantes daban cuenta de que varios de los proveedores de “Miguelón” habían viajado a Tucumán para asistir al velorio de su hermano. Ellos se ofrecieron a vengarse de esa muerte. Pero el supuesto narco rechazó el ofrecimiento y dijo que él mismo se haría cargo.

MAXIMILIANO LIMDÓN.

Ese plan de venganza se inició el 18 de diciembre de 2020. Ese día, Figueroa se presentó en Blas Parera al 500 y disparó contra un grupo de jóvenes. Murieron Gabriel Amaya y Leandro Sepúlveda y resultaron heridos otros tres, incluido un niño de 12 años. Los vecinos bautizaron a ese hecho como “La masacre de La Porotiada”. Por ese caso, Figueroa fue condenado a perpetua.

El 13 de marzo de 2021, Ramiro Ledesma, que se dirigía a festejar su cumpleaños número 18, recibió seis disparos que le provocaron la muerte al día siguiente. El fiscal Ignacio López Bustos insistió en el juicio que se está desarrollando que este fue el último eslabón de venganza que había forjado Figueroa, que está cada vez más cerca de ser el primer tucumano en recibir su segunda perpetua en menos de un mes. También consideró que Jimena Fernández actuó como entregadora (citó a la víctima al lugar donde fue asesinada) y a Alexis “El Sucio” Íñigo como autor material del homicidio.

Horror

Más allá de las cuestiones procesales, en los debates orales surgieron cuestiones sobre lo que es vivir en un territorio dominado por los transas. Verónica Almirón es madre de Ledesma, el joven que fue asesinado, y hermana y prima de Marcos “Manzana” y Walter “Caco” Almirón, respectivamente, condenados por el crimen de Gonzalo Figueroa. “Los changos estuvieron todo el día tomando. Fueron a comprarle droga a ‘Lobizón’ (cuñado de “Miguelón”) y se pelearon por eso. Todo el barrio sabía que habría venganza y así ocurrió”, declaró la mujer. “’Manzana’ está cumpliendo su pena en el penal de Concepción por cuestiones de seguridad. En Villa Urquiza ofrecía plata y droga para que lo mataran. Nadie publicó nada, pero a mi cuñada le pegaron dos tiros en la pierna cuando salía de visitarlo”, añadió.

“Le teníamos miedo porque sabíamos de lo que era capaz de hacer. No lo conocía personalmente, pero mi pareja sí. Él fue su esclavo por mucho tiempo. Él hacía todo lo que le pidiera por droga”, explicó Yamile Asrracaeta, una de las testigos de “La masacre de la Porotiada”. Su tía Nancy también fue precisa: “en la Iglesia nos enseñaron que cada uno puede hacer lo que quiera de su vida. Pero otra cosa es creerse el dueño de la vida de los demás”.

Maximiliano Limdón y Rodrigo Soria son los que los especialistas llaman “testigos estrella”! por haber presenciado ambos ataques. El primero, que imploró a los jueces por protección para él, que está cumpliendo una condena, y para su familia, vinculó a “Miguelón” con la venta de drogas. “Él siempre amenazaba a todo el mundo. Teníamos mucho miedo porque sabíamos que era capaz de hacer cualquier cosa”, indicó.

Soria reconoció que la primera vez que declaró no lo hizo bien porque estaba “empastillado”, pero cuando lo hizo con abogados no tuvo problemas en hacerlo. Identificó a la imputada Fernández porque estaba vinculada con “Carlitos” Carrión y “andaba en la casa donde vendían drogas”. “Nunca me voy a olvidar lo que pasó esa noche. Con Rodrigo nos dirigimos a la casa de Franco Galván (sobreviviente de “La masacre de La Porotiada”) para festejar su cumpleaños. Cuando los vimos, salimos corriendo a donde estaba la custodia, pero el policía estaba durmiendo en el interior del auto”, relató.  

Más revelaciones

Fernández tiene 23 años y su vida está ligada al infierno del narcomenudeo. Fue madre a los 17 años y su pareja, Franco Ruiz, fue asesinado en agosto de 2019 en un supuesto enfrentamiento entre dos clanes de la zona. Nunca se supo quién y por qué lo mataron. Casi dos años después conoció a “Miguelón” en un asado. “Me llevó una amiga para que salga porque estaba mal. Con todo lo que viví ahora considero que nunca fue mi amiga por haberme presentado a ese hombre”, explicó.

La víctima, que denunció haber sido víctima de violencia de género, declaró en el debate y contó algunos detalles. Contó que con presentes y buen trato primero la conquistó y después la engañó para que citara a Ledesma con el fin de que un tal “Yastin” lo asesinara. Después relató que para esconderse todos los meses cambiaba de domicilio para evitar ser descubierto. “Estuve prácticamente secuestrada porque yo me quería entregar. No sólo me pegaba, sino que también amenazaba con matar a mi hijo y a todos mis familiares”, relató la joven, que durmió en casas de San Javier y El Cadillal y en departamentos de Barrio Norte y Sur.

Lo definió como una persona que utilizaba el terror para liderar. “No le perdonaba ni a sus hijos. Una vez vi cómo le hacía dar con la cabeza contra la pared a uno de ellos porque se había mandado una macana. ¿Cómo no le iba a tener miedo?”, finalizó la joven.

Detalle I: un ejército de “soldaditos” que generaban terror en barrios de Villa 9 de Julio

Durante las audiencias en contra de Miguel “Miguelón” Figueroa quedó al descubierto que el supuesto narco tenía un ejército de “soldaditos”, es decir, jóvenes que se encargaban de acompañarlo en todo momento y de realizar diferentes actividades vinculadas al narcomenudeo. En la conocida “La masacre de La Porotiada”, el condenado a perpetua por el doble crimen actuó con al menos otras personas que nunca pudieron ser identificadas.

Según la investigación realizada por el fiscal Ignacio López Bustos, el autor material del crimen de Ramiro Ledesma fue Alexis “El Sucio” Íñigo, que habría recibido $50.000 (poco más de U$S1.000) para cometerlo. Sin embargo, Jimena Fernández declaró que el responsable de esa muerte fue un tal “Yastin”, que habría trabajado a las órdenes de “Miguelón”. “Él era el que me cuidaba para que no escapara, el que me sujetaba para que me pegara y él hacía de chofer”, declaró. “Al día siguiente del crimen le escuché decir que ni siquiera se había bajado del auto para matarlo, que bajó la ventanilla y realizó los disparos”, indicó durante la audiencia. “Cuando se enteraron de que el chico estaba hospitalizado, él los calmó diciéndoles: ‘quédense tranquilos. Los seis tiros que le hice le dieron en el cuerpo y no hay chances de que se salve’”, añadió.

LA GACETA pudo establecer que “Yastin” es Rubén Ruarte y que aún trabaja bajo las órdenes del clan Figueroa. “Nunca dejaron de vender droga en el barrio. No está ‘Miguelón’, pero está toda su gente”, indicó un vecino. Fue citado para declarar en el juicio que se desarrolla, pero nunca se presentó.

Detalle II: hasta el acusado reconoció que tenía complicidad con la Policía

Varios de los testigos y hasta el propio Miguel “Miguelón” Figueroa reconocieron durante los debates que el supuesto narco tenía vínculos con policías. “Me cansé de denunciar en la seccional 10ª que nos estaban amenazando. Nunca hicieron nada porque dijeron que no tenían pruebas”, aseguró Verónica Almirón, la madre de Ramiro Ledesma, el joven asesinado. “Cuando lo mataron a mi hijo y llegaron los policías, les dije: ‘ahí está tirada en el suelo la prueba que necesitaban, recién ahora vienen’”, señaló llorando la mujer. “Supuestamente, la casa de Franco Galván, donde mi chango iba a festejar, debía tener custodia, pero cuando pasó todo estaba dentro de su auto. Se enteró cuando escuchó los tiros”, añadió.

Maximiliano Limdón dijo que su vida corría peligro porque “Miguelón” tenía los contactos necesarios para hacer lo que quería. “Un día me trajeron a tribunales y nos cruzamos. Los ‘poli’ se reían y me decían, tené cuidado porque este es malo en verdad”, señaló. “Teníamos mucho miedo porque sabíamos que la Policía estaba de su lado”, agregó Rodrigo Soria, otro de los testigos claves en el caso.

Jimena Fernández, la acusada de haber entregado a Ledesma, dijo que ella y su familiar no sólo recibieron amenazas, sino que varias veces dispararon contra el frente de sus viviendas. “Lamentablemente no tengo pruebas de esos ataques porque siempre se perdieron las denuncias que hacíamos en las comisarías de El Colmenar. Nunca llegaron a tribunales”, destacó. “Miguelón” Figueroa le dijo a LA GACETA que pagó $5 millones a efectivos para que lo dejaran en libertad cuando fue detenido en una oportunidad.

Detalle III: el juicio terminaría en condena, pero ¿Se podrán abrir nuevas causas?

El final del juicio por el crimen de Ramiro Ledesma se acerca. Todos los caminos conducen a una condena, sólo queda esperar que el tribunal defina cuál es la pena que impondrán. El fiscal Ignacio López Bustos, que es asistido por la auxiliar Julieta Molé, solicitó que Miguel “Miguelón” Figueroa y su ex pareja Jimena Fernández sean condenados a prisión perpetua. La misma sentencia pidió la defensora oficial que actúa como querellante Rosa Nocetti que cuenta con la colaboración de Teresita Mendilaharzu.

Las defensas de los dos imputados por homicidio agravado solicitaron su absolución. Macario Santamarina (asiste a Figueroa) y Camilo Atim y María Florencia Abdala (representan a Jiménez), solicitaron la absolución, ya que consideraron que no hay pruebas suficientes para condenarlos.

Alexis “El Sucio” Íñigo, el tercer imputado, debe esperar que se haga un nuevo debate en su contra. En un primer momento, fue condenado a perpetua, pero un tribunal de impugnación decidió absolverlo por la declaración de un testigo clave. La Corte Suprema de Justicia de la provincia anuló ese fallo y pidió que sea sometido a un nuevo debate oral.

Al final del juicio, el tribunal integrado por Elizabeth Raddi (presidenta), Federico Moeykens y Fernando Zóttoli Ortiz, deberán definir qué ocurrirá con los indicios sobre posibles delitos de comercialización que surgieron en el debate. Legalmente lo puede pedir el fiscal interviniente o, en su defecto, los jueces. En el primer debate nadie solicitó que se abriera un expediente por esta actividad ilícita en Villa 9 de Julio.