NOVELA
RELATO
CRUENTO DEL TIEMPO INOLVIDABLE
NICOLÁS SANCHO MIÑANO
(Vleer – Tucumán)
Tomé el libro entre mis manos, un nombre, Nicolás Sancho Miñano, me da la bienvenida. Casi al descuido miro la imagen en la tapa; una puerta vetusta, de hierro escoltada por dos pilares con rasgos italianizantes, y revoques destruidos en parte, me susurran algo del tiempo que pasó. Podemos ver otras en Tucumán, en Buenos Aires y en varias provincias argentinas. Son pasado y presente a la vez. Es una muy buena puerta de entrada.
La ligazón temporal que anuncia la imagen tiene correlación con los tiempos en la vida de los personajes y en la historia misma. El pasado emerge con fuerza y se oculta por momentos, como si circulara por el borde de una cinta de Moebius.
Imagino que detrás de las rejas hay una casa pequeña, humilde, cobijando una historia de amor y abandono, tal vez. Relato cruento del tiempo inolvidable dice el autor y refuerza mi hipótesis. Me dejo llevar por el azar del encuentro e inicio la lectura como quien inicia un viaje.
No sé si me dejé llevar o la novela me sujetó con fuerza, pero lo cierto es que yo no la dejé hasta el final. Todo autor sueña con ese efecto en el lector; atraparlo, desconectarlo del mundo que lo rodea, sumergirlo en su propia ficción, lograr que lo escuche, que responda a su provocación. Más aún, que sienta emociones, que comparta su historia.
La novela tiene todas las condiciones para ser una caza lectores.
Parafraseando a Byung-Chul Han, quien señala que la narración demanda que alguien escuche, la novela escrita necesita de al menos uno o Unna que la lea. Es decir el acto de escritura se instituye como tal cuando tiene su lector.
Cerrar el libro me fue suficiente para tomar conciencia del goce-placer sentido al vagar por el texto. Los personajes me resultaron creíbles, con carnadura. Sienten, sufren, se extravían, despiertan ternura.
Señalo un momento que me conmovió: Un final de fiesta de casamiento con un diálogo escueto entre un padre y un hijo.
- Espero que ahora puedas ser feliz, yo hice lo que pude.
Silencio denso.
- no te preocupes viejo…lo hiciste bien.
Dos enunciados breves bastaron para crear un mundo. Y sentí el poder de las palabras, de esas que brotan de los personajes, o de la propia vida del autor, o bien pueden ser mías, o de otros. Acierto magistral. En ese instante la dedicatoria del libro se hizo presente: A la memoria de mi padre.
En el trayecto de mi viaje por el espacio tiempo del libro resuena mi propio tiempo histórico en los que descubro los avatares de vidas íntimas que se entretejen en lazos familiares que dicen de verdades, de secretos develados, del dolor, del derrumbe personal por pérdidas, duelos y separaciones. Es decir que los personajes se sostienen porque propician la identificación con ellos, en tanto sujetos sujetados por su cultura, por su momento histórico y sus lazos familiares y amorosos.
Tres dimensiones
La realidad del país que habita el autor y sus creaciones, yo misma y, probablemente muchos lectores del libro se hace presente; esa misma que alguna vez me hizo decir: Me duele la Argentina en todo el cuerpo, parafraseando a Borges.
Cada situación puede ser leída en las tres dimensiones: subjetiva, familiar y social-cultural. La referencia a la dictadura o efectos de la “crisis del 2001” por citar algunas, nos hacen entrar directo en el clima de la novela. Cualquiera que viva en la Argentina en la actualidad tiene un bagaje de experiencias y emociones ligadas a ellas, es decir que puede empatizar fácilmente con el texto.
A lo largo del periplo, resuenan las palabras de Heráclito -vivir de muerte o morir de vida-, porque hay tensión en las vidas de estos seres imaginarios que por momentos percibo como reales en el mundo que habitan. La pelea por vivir es intensa, como en la Argentina misma. Por tramos parecieran estar en estado agónico. Tal vez esa sensación marcó el título: “Relato cruento…” Es feroz la lucha por vivir, o sólo sobrevivir, y el autor sin piedad da cuenta de ello.
© LA GACETA
MARÍA BLANCA NURI