La modificación en la práctica cambiaria del Banco Central produjo algunos efectos observados como positivos y otro como negativo. Los primeros son la relativa calma en las cotizaciones de los dólares no oficiales (blue, MEP y CCL) y el segundo la suba del riesgo país.
La operatoria fue presentada como el fin de la emisión debida a la compra de dólares por parte del BCRA. Cuando los exportadores liquidan sus ventas deben hacerlo como mínimo el 80 por ciento a través del Central a cotización oficial. Eso implica que la entidad compra dólares que paga con pesos. Tal emisión puede ir luego a compra de dólares financieros y de bienes domésticos. Cualquiera sea, habrá aumentos de demanda en los respectivos mercados y consecuente presión sobre los precios.
Lo nuevo consiste en que el Banco venda, a través del mercado del CCL, parte de los dólares adquiridos y así retire los pesos emitidos antes. Como el precio oficial es menor que el CCL no necesita vender todos los dólares comprados para esterilizar la emisión, por lo que queda un saldo de divisas a favor del BCRA. Resultados: no hay nueva emisión debida al ingreso de dólares y se modera el precio al menos del dólar CCL por mayor oferta a través de ese mercado.
Ahora bien, es válido preguntarse, ya que el gobierno sostiene que la emisión causa inflación, por qué no aplicó antes este esquema. No lo explicó, pero podría pensarse que se trata de prioridad, oportunidad y necesidad. Seis meses atrás la prioridad era sumar dólares al BCRA ya que las reservas netas eran negativas. El precio a pagar, la emisión de dinero que en parte se esterilizaba mediante deuda del propio Banco (retiraba dinero a través de pases pasivos). Eso constituía un déficit cuasi fiscal, con el peligro de que los bancos no renovaran diariamente la deuda (potencial emisión).
Una esterilización total es posible con el mecanismo hoy en práctica, y tal vez la oportunidad sea ahora porque, aunque ingresan menos dólares debido a la reventa en el CCL, el segundo semestre suele ser un período de menor entrada de divisas y lo perdido de acumular será menos en valor absoluto que si se hubiera aplicado en el primer semestre.
Y la necesidad es la de presionar a la baja la inflación. Puede decirse que se trata de un reconocimiento del atraso cambiario pero en vez de enfrentarlo con una revaluación mayor del dólar o una reducción general de impuestos se pretende hacerlo disminuyendo el ritmo de crecimiento del IPC para que se aproxime al del tipo de cambio.
No es gratis. Congelar la base monetaria implica una seria restricción a la oferta de dinero, lo que puede elevar la tasa de interés. Mejor para los ahorristas, peor para quienes necesiten crédito. Un primer resultado de corto plazo puede ser profundizar la recesión, pero no necesariamente. Todavía puede aumentar la oferta de dinero por parte de los propios bancos porque ya no hay demanda oficial, pero se complica.
En cuanto a reducir la inflación quedará una deuda: en parte las variaciones mensuales cada vez menores del IPC fueron por la demora en actualizar tarifas de servicios públicos según lo programado. Sería un error no corregir esos desfases, pero si se hace, las reducciones en las alzas de precios no serán tan profundas. Es el costo de haber querido mostrar rápidamente resultados impactantes cuando tal vez hubiera sido mejor presentar números no tan favorables hace unos meses para exponer reducciones importantes ahora en vez de correr el peligro de no continuar mejorando la evolución del IPC cuando expectativas y paciencia son menores.
Otros inconvenientes derivan de la desconfianza y por eso el alza del riesgo país. Por un lado, se teme (en parte erróneamente) que la menor acumulación de reservas en el BCRA haga peligrar el pago de deuda dolarizada. Por otro, elfinal de puts y pases pasivos significa mayor deuda del Tesoro, por lo tanto un esfuerzo fiscal mayor (aunque a un año) y más temor de default.
Tal vez se apueste a una combinación de factores. Si se limpia el pasivo del Banco Central, se frena el atraso cambiario, se reduce la brecha entre el tipo de cambio oficial y los financieros, caduca el impuesto País (lo que contribuiría a neutralizar una revaluación del dólar), la estabilidad de precios ayuda a la calma social y a la reactivación (el Estimador Mensual de Actividad Económica mostró para mayo variación mensual e interanual positiva, aunque muy heterogénea por sectores) y el blanqueo atrae dólares será posible renovar la deuda y eliminar el cepo cambiario lo que a su vez reforzaría la sustentabilidad financiera y ayudaría a esa misma salida del cepo. Demasiada sintonía fina, algo en lo que no es recomendable hacer descansar la política económica, pero podría resultar.
Para eso el gobierno debería ayudarse siendo más serio. Al aprobarse la Ley Bases dijeron que en un mes estaría la reglamentación. Inaceptable. Los decretos reglamentarios deben estar redactados con el proyecto de ley. Según avancen las negociaciones se va cambiando su contenido para que cuando haya un texto votado por el Congreso se termine de ajustar lo necesario y se ponga en marcha la ley. Al menos con la reforma tributaria y el blanqueo se actuó rápido (aunque faltan detalles), pero la Ley Bases es importante para reactivar. Peor ejemplo fue lo de la “segunda fase” de la política económica. El Presidente la anunció y recién diez días después los funcionarios explicaron en qué consistía. Mientras tanto, se tuvo al mercado de capitales en vilo y a exportadores e importadores paralizados a la espera de las novedades, lo que trajo inestabilidad.
No conviene meter “ruido” (incluyendo la deplorable diplomacia presidencial, cuyo ejemplo grotesco fueron los mensajes ante los festejos por la Copa América) cuando la economía es frágil y el poder institucional del Presidente todavía es débil.