El bolsillo es el órgano más sensible de cualquier agente económico. Una alteración del ritmo económico encumbra a un dirigente y también condena a aquellos que no resuelven los problemas de la sociedad. No hay que perder de vista que la Argentina viene de una crisis permanente, de un péndulo que pasó del crecimiento con superávit gemelos hasta un escenario cercano a la hiperinflación. Javier Milei llegó al poder defenestrando a la casta política. La acusó de ser la causante de que la mitad de los argentinos se encuentren en situación de pobreza, de que la actividad económica haya caído en una recesión que, hasta ahora, no ve la luz. El presidente de la Nación busca dólares hasta debajo del colchón, allí donde, según los analistas, están guardados cerca de U$S 200.000 millones, fuera del sistema, de la voracidad fiscal del Estado. El factor confianza es lo que escasea. Y no sólo en la Argentina; también en el mundo, donde los mercados se vuelven locos un lunes y, al día siguiente, sale el sol. En medio de tantas pizarras en rojo, con operadores al borde de un ataque de nervios, los argentinos de a pie buscan respuestas a lo que acontece con su economía hogareña. Como dice un viejo lobo del mar político, “la gente no vota macroeconomía, sino que mira lo que le pasa en la micro cuando no le dejan descansar el bolsillo con tantos incrementos de las tarifas de los servicios, reajustes en el combustible y, en definitiva, del costo de vida”.

Osvaldo Jaldo: “No hay que hacer política con el transporte”

El costo de la energía inquieta a los usuarios. La electricidad, el gas y el agua llegaron con incrementos que no resisten presupuestos. Las distribuidoras otorgan planes de facilidades porque saben, perfectamente, que la actualización de los precios de la generación y del transporte era necesaria, pero difícil de absorber. El uso racional de la energía es imperioso, más aún después de que pase el invierno. El gas natural se duplicó y hasta triplicó. El agua también ha registrado reajustes. La recuperación del poder adquisitivo del ingreso no corre al mismo ritmo. Hasta le cuesta subirse a las escaleras, mientras el resto de los precios siguen en un ascensor. Ese fue el argumento que los gremios que representan a los empleados públicos han esgrimido ante los funcionarios de los Ministerios de Economía y de Gobierno. Los ministros Daniel Abad y Regino Amado, al frente de las negociaciones por parte del Gobierno, creen que, hacia fines de esta semana, puede llegar a concretarse algún entendimiento con los sindicalistas en esta cuarta ronda de conversaciones, tal vez la más difícil en lo que va del año. Mañana terminará la convocatoria a los gremios. Posteriormente, Abad y Amado se sentarán con el gobernador Osvaldo Jaldo a elaborar propuestas para esta etapa de las paritarias.

En el área de Economía todavía no hacen números. Abad está esperando que cierre el mes para ver cómo se ha comportado la recaudación de impuestos provinciales. El impuesto sobre los Ingresos Brutos siente el impacto de la recesión. La actividad se resintió, mientras la informalidad sigue merodeando en la economía como una manera de mitigar el mal momento. La provincia se adhiere al régimen de regularización de activos, pero no eximirá de la carga impositiva a los pagos electrónicos. El legislador radical Manuel Courel ha puesto el grito en el cielo en la comisión de Hacienda y Presupuesto por el doble mensaje que, a su criterio, lanza la provincia respecto del apoyo a las medidas lanzadas por el Gobierno nacional. Abad no se inmuta frente al planteo radical. “Nosotros no aumentamos los impuestos; no hay razón para bajarlos”, indica el titular de Economía, que también enfrenta planteos de la Mesa de Diálogo creada por el Arzobispado de Tucumán, de la Fundación Federalismo y Libertad y otras entidades que reclaman la reducción de la presión impositiva en la provincia. Por ahora, el plan de facilidades de pago disimula una disminución sustancial en la recaudación local.

Pero a Jaldo y a Abad hay otra cuestión que los desvela pensando en la cobertura de los gastos para el cierre del año y para arrancar 2025 sin grandes contratiempos fiscales. Las transferencias por coparticipación federal son inferiores a lo proyectado. ¿La razón? Los constantes cambios nacionales a los vencimientos para el retorno de los trabajadores de la cuarta categoría a la imposición de Ganancias. Los efectos en el dinero que la Nación gira a las provincias se observarán, con suerte, a partir de octubre. Hasta entonces de algún lado habrá que hacer el ajuste para compensar la menor disponibilidad de dinero. “La recaudación no se toca. No vamos a comprometer el equilibrio en las cuentas”. La frase fue lanzada, casi al mismo tiempo, por el gobernador y por el ministro de Economía.

Los paritarios del Gobierno siguen atentamente las negociaciones en otros distritos del país. Por caso, mencionan que en la mayoría de las jurisdicciones las conversaciones giran en torno al comportamiento de la inflación. En Jujuy, por ejemplo, la gestión del gobernador Carlos Sadir propuso un aumento salarial del 10% para los agentes de la administración pública, más un incremento de las sumas no remunerativas en el escalafón general y docente. En Santa Fe, Maximiliano Pullaro acuerda con los gremios conforme al movimiento del Índice de Precios al Consumidor (IPC). En Tucumán, los gremialistas creen que ha llegado el momento en que Jaldo reconozca más parte de los ítems no remunerativos al básico y que, además, se cumpla con las promesas de recomposición en distintas áreas. Las negociaciones se prolongarán a lo largo de la semana y es probable que desde la Casa de Gobierno se lance una propuesta y se pida otra ronda de conversaciones para octubre, tomando en cuenta la evolución de los ingresos fiscales.

Un viaje en silencio

En ámbitos oficiales y políticos llamó la atención el prolongado silencio del gobernador en su incursión por Buenos Aires. “El horno no está para bollos”, graficó un ministro el miércoles pasado cuando se le consultó acerca de los motivos de la misión gubernamental en la Casa Rosada. En los días previos, alguien metió el dedo en el enchufe. El titular del Ente Regulador de Servicios Públicos de Tucumán (Ersept), José Ricardo Ascárate, alertó no sólo al gobernador, sino también a la población acerca de la caída de la generación de energía eléctrica. El funcionario apuntó contra la Central Independencia, concesionaria del servicio, a la que le atribuyó el retiro de dos turbinas por parte del grupo Albanesi, lo que dejaría a Tucumán sin 100 megavatios de capacidad de generación. En otras palabras, si los veranos anteriores fueron agobiantes, el que viene no pretende desentonar, sino profundizarse en caso de no encontrar una rápida salida. Tal situación ha motivado que Jaldo convoque a los empresarios hacia esta ciudad y expliquen qué pasó y cuáles pueden ser las eventuales soluciones. El estudio de esas alternativas sigue vigente y a la espera de que se haga luz una salida. En su viaje por Buenos Aires, el gobernador tocó las puertas de varios funcionarios nacionales, con el fin de que la Casa Rosada comience a cumplir las promesas de financiamiento de obras para que no haya cortocircuitos en el futuro. Cuentan que uno de los receptores de las quejas jaldistas ha sido el jefe de Gabinete de la Nación, Guillermo Francos, de muy buena relación con el tranqueño. Pero la historia no se quedó tan sólo en esa cuestión. El otro problema para el verano se presenta con el servicio de agua. Mientras el ministro de Economía buscaba en Buenos Aires garantizar los fondos para la obra del acueducto de Vipos, una llamada a Washington alteró más los ánimos del mandatario. Una de las empresas designadas para concretar el trabajo fue dada de baja por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la entidad que promueve el financiamiento para obras hídricas. Eso fue la gota que colmó el vaso jaldista y que llevó a que el jefe del Ejecutivo tomara un vuelo directo a la Rosada.

“Quedate tranquilo Osvaldo. El compromiso ha sido dado y vamos a cumplir con la palabra empeñada. Tucumán tendrá las obras que reclama”. Palabras más, palabras menos, eso es lo que le respondió el jefe de Gabinete de la Nación al gobernador. El tiempo, que apremia, dirá si la ejecución parcial de las obras hídricas puede mitigar el efecto de escasez de agua durante el verano. En la misma senda transita la obra de la doble terna El Bracho-Villa Quinteros, que puede llegar a compensar la pérdida de megavatios por la salida de circulación de las dos turbinas generadoras de energía.

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Jaldo llegó con esas promesas a la provincia, pero se encontró con otra crisis en el servicio de transporte de pasajeros. Desde Buenos Aires logró frenar el paro de colectivos, pero le informaron que la situación es de nunca acabar. Los directivos de la Asociación de Empresarios del Transporte Automotor de Tucumán (Aetat) advirtieron que, si el municipio de San Miguel de Tucumán no avala un incremento del boleto urbano de pasajeros, se acaba el servicio. La intendente Rossana Chahla enfrentó el planteo y dijo que no admitirá extorsión alguna. La sociedad tampoco está dispuesta a pagar un pasaje a casi $ 1.000, porque los aumentos de salarios no se dieron en ese mismo ritmo. La puja es muy dura, pero Jaldo entiende que todos, absolutamente todos, deben poner algo para que el servicio se sostenga y que no haya caos en una provincia que se presenta como una de las jurisdicciones con paz social. “La situación es compleja. No hay que hacer política con el transporte, sino políticas para el desarrollo del transporte”, le dijo anoche a LA GACETA el propio gobernador.

Jaldo no admite más quejas y espera que en su escritorio de la Casa de Gobierno comiencen a acercarle propuestas que impliquen una salida para que los ciudadanos no sigan siendo rehenes de problemas que, cada tanto, vuelven a presentarse.

El último cuatrimestre del año es prácticamente como un reloj de arena. El gobernador mira que la tierra cae dentro del recipiente con una velocidad impensada y que se le agota el tiempo para mostrar hechos concretos por aquello de que las obras son amores. El pragmatismo y el dialoguismo han sido sus principales herramientas para acercarse a un Gobierno nacional de otro signo político, aún soportando las críticas de sus propios compañeros peronistas. Dentro del Partido Justicialista consideran que, si el oficialismo triunfa en las elecciones de medio término del año que viene, ese logro será de todos. Pero si se presenta un escenario de derrota, el culpable tendrá nombre y apellido. Eso es lo que ha sucedido dentro de ese partido a lo largo de las últimas décadas. Muchos se olvidan que han sido parte de una gestión que encumbró hasta lo más alto a los gobernadores de turno, pero luego le soltaron la mano. En suma, el afiliado no vota ya con el sentimiento, con el corazón, sino con la razón, con el bolsillo.