Un 27 de agosto, pero de 2004, el seleccionado argentino de básquet, que posteriormente sería conocido como la “Generación Dorada”, hacía historia para el deporte nacional, al vencer 89-81 a Estados Unidos en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Atenas.
El equipo dirigido por Rubén Magnano había sido subcampeón mundial dos años antes en Indianápolis, y en ese certamen ya había logrado un histórico triunfo sobre el seleccionado norteamericano. Por eso, las expectativas de cara a los Juegos eran altas; y pese a un par de derrotas en la primera fase, logró meterse en la pelea por medallas tras vencer a Grecia en cuartos de final.
El cuadro le deparaba enfrentar a Estados Unidos en semifinales, un equipo que, desde Barcelona 1992, cuando llevó por primera vez un equipo de profesionales a los Juegos Olímpicos, ganó tres medallas de oro consecutivas. El “Dream Team” quería encaminarse a una cuarta consagración al hilo. Pero no contaba con el equipo “albiceleste”.
De principio a fin, fue Argentina el que manejó el partido. Con un extraordinario partido de Emmanuel Ginóbili (29 puntos), y grandes actuaciones también de Andrés Nocioni, Alejandro Montecchia y Walter Herrmann, el equipo de Magnano entró al último cuarto ganando por 13 puntos. Y pese a que cedió el último parcial, el triunfo fue inevitable, con un marcador de 89-81, para meterse en la final de los Juegos por primera vez en la historia.
Lamar Odom, Tim Duncan, Allen Iverson, y unos jóvenes Dwayne Wade y LeBron James aparecían como los nombres más importantes del seleccionado estadounidense, que sufrió un revés histórico. Argentina terminaría ganando el oro, tras vencer a Italia en la final, para cerrar de maravillas un torneo histórico. Tanto acusó recibo Estados Unidos de la derrota que, a partir de Beijing 2008, ganó el oro en todos los Juegos que disputó. Pero aquel único traspié, en Atenas 2004, se debió a una histórica generación argentina, que jugó el torneo de su vida para quedar en la historia grande del básquet mundial.