Hay libros que recorren un extenso periplo antes de ver la luz y este es uno de ellos. Nació como una propuesta del arquitecto Julio Middagh -fallecido en 2018- en homenaje a su maestro Eduardo Sacriste y fue cristalizándose poco a poco, año a año, hasta el final feliz que implica tenerlo hoy entre las manos. La publicación enfoca el legado de Sacriste con una mirada integral, porque habla del profesional y de su vasta obra, tan ligada a Tucumán, pero también ahonda en el personaje por medio de testimonios de quienes lo conocieron y lo estudiaron. Esto se sintetiza en un sentido prólogo que firma la arquitecta Gabriela Logiúdice, quien fue esposa de Middagh y siempre se mantuvo cercana al proyecto.

El libro se presentará hoy a las 18.30 en la bellísima casa que fue de Victoria Ocampo (Rufino de Elizalde 2.831, CABA), donde funciona el Fondo Nacional de las Artes. El director de esa entidad, Marcelo Nougués, será el moderador de un panel que integrarán Logiúdice, Pablo Beitia, Eduardo Maestriperi y Lucas Terra Brandes. La edición contó con el decisivo respaldo de la Universidad del Salvador y, en especial, del arquitecto Ramón Gutiérrez y el Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (Cedodal).

LA EDICIÓN. Fue clave el respaldo de la Universidad del Salvador.

Explica Logiúdice que ese centro es, posiblemente, el más importante de Sudamérica por la cantidad y calidad de libros y planos que atesora. “Muchos de los arquitectos más famosos del país le han donado sus planotecas y Gutiérrez gestionó para que el Congreso de la Nación las escaneé y las resguarde”, apuntó. El libro de Sacriste pasa a formar parte de esa colección. ¿Por qué?

La piqueta no perdona ni a Sacriste

“La de Sacriste es una forma de ser arquitecto en el mundo -define Logiúdice-, una posición que es admirable. Y esa admiración se extiende a varias generaciones. Algunos, como Julio (Middagh) lo conocieron por ser discípulos directos; otros, como César Pelli, por haber sido sus alumnos. Sacriste dejaba huellas en quienes lo conocían, una huella perdurable y no solamente por su oficio como arquitecto de excelencia”.

El libro lo refleja por medio de una serie de artículos en los que se entremezclan el análisis técnico con las experiencias personales, firmados -entre otros (algunos fallecidos)- por Hugo Ahumada Ostengo, Mario Álvarez, Franco Marigliano, Alberto Nicolini, Alberto Petrina, Antonio Benito, Roberto García/Teresita Bernasconi, Fernando Chaves, Roberto Frangella, Eduardo Larrán, César Pelli, Esteban Urdampilleta, Julio Cacciatore y Elisa Radovanovic.

Inteligencia preclara

“Sacriste era dueño de una inteligencia preclara y sin prejuicios ni encorsetamientos. Por eso es que a su arquitectura se la teoriza como modernidad apropiada a Latinoamérica y, precisamente, al norte argentino -apunta Logiúdice-. Él actuó en Buenos Aires, de donde era originario, pero su obra mayoritaria está en Tucumán. Hizo el Hospital de Niños, la Maternidad, el pabellón cardiológico del Centro de Salud y, por supuesto, muchísimas casas”.

La obra de Eduardo Sacriste: un legado que mantiene intacta su vigencia

“Tenía una sensibilidad muy particular y por eso el corazón de su arquitectura era la persona -añade-. Era capaz de ponerse en el lugar del otro y actuar en su beneficio. Él era agnóstico, pero cuando proyectó el Centro de Salud el programa requería una capilla y él la vinculó al hospital para atender a las necesidades espirituales de los enfermos y de sus familias, pero también con un portón que se abría al barrio”.

Esto se debía, según Logiúdice, a que Sacriste abordaba la profesión en función del objeto más complejo del arte humano, que es la ciudad. “Entonces entendía que cada obra debía ser armónica y no destacarse, sino formar parte del conjunto y mimetizarse con el entorno”, detalla.

Hay en el libro un apartado con pensamientos de Sacriste, integrados en forma de apuntes y con fotos que van recorriendo su vida. Por otro lado se consigna un catálogo con muchas de sus creaciones, incluyendo, fotos, planos, ubicaciones y pequeñas referencias que ponen en contexto los cómo y los por qué de esas creaciones. El valor documental de esas páginas es notable.

Un viaje para mantener viva la obra de Sacriste

“En Sacriste el mimetismo no tiene que ver con copiar lo que existe, sino con armonizar en la trama del conjunto esa misma idea -analiza Logiúdice-. Él egresa de la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires en 1930, toma las ideas de esa modernidad y las adapta teniendo en cuenta el lugar. Por ejemplo, en las casas de Tafí del Valle tomaba el tema de la piedra y de los muros, a partir de las pircas, porque tenía muy en cuenta el paisaje y el entorno. Pero se ve en esa modernidad cómo él era capaz de transmutar su experiencia en beneficio del buen vivir”.

Logiúdice cuenta infinidad de peripecias, en las que no faltó el robo de un dinero que estaba destinado a la publicación. Hasta parecía que el proyecto estaba condenado al fracaso. Pero hay libros que se empecinan en ver la luz, cueste lo que cueste, y este es un gran ejemplo en ese sentido.