Un 14 de diciembre de 1591 falleció en Úbeda, Andalucía, San Juan de la Cruz, íntimo y fiel discípulo de santa Teresa de Jesús. Puso a su cargo la reforma de una de las órdenes de la Iglesia Católica y vivió una vida de santidad, motivo que lo llevó a ser beatificado en enero de 1675, por el papa Clemente X, y santificado en 1726, por el papa Benedicto XIII.
Día de la Virgen de Guadalupe: la oración para pedir salud para los enfermosPor sus escritos literario fue destacado por autores como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Paul Valéry y Thomas Stearn Elliot. Es considerado el patrono de los poetas en la lengua española desde 1952 y es uno de los 36 considerados Doctores de la Iglesia.
Vida de San Juan de la Cruz
Proveniente de una familia de tejedores pobres, perdió a su padre a temprana edad, razón por la cual su madre debió hacerse cargo de los tres hijos y pasar penurias económicas. En 1564, demostrando interés por los estudios, comenzó a estudiar artes y filosofía en la Universidad de Salamanca gracias a un benefactor que lo tomó a su cargo. Allí conoció a Santa Teresa de Jesús, con quien acordó fundar dos nuevas órdenes carmelitas.
Su orden reformada de carmelitas descalzos tropezó con la abierta hostilidad de los carmelitas calzados, a pesar de lo cual logró desempeñar varios cargos. En 1577 prosperaron las intrigas de los carmelitas calzados y fue encarcelado en un convento de Toledo durante ocho meses. Tras fugarse, buscó refugio en Almodóvar. Pasó el resto de su vida en Andalucía, donde llegó a ser vicario provincial. En 1591 volvió a caer en desgracia y fue depuesto de todos sus cargos religiosos, por lo que se planteó emigrar a América, plan que se vio interrumpido por su fallecimiento.
Oración a San Juan de la Cruz para pedir fortaleza
Tu emblema fue siempre padecer y ser despreciado. ¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones, ya que no soy tan generoso como tu en el padecer y ser despreciado! A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuiste siempre paciente, resignado y gozoso, a ti me encomiendo para que me enseñes a resignarme en mis muchas penas.
Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado me quedo, me abato y caigo. Ten compasión de mí, y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces, con la mirada siempre vuelta al cielo. Te tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra, para ser tu compañero en la patria del Paraíso. Amén.