Buenos Aires, enero de 1975. La ciudad parecía estar en vilo, suspendida en el tiempo por una energía única. Las calles, plazas y bares estaban impregnados de una expectación palpable, como si un gran acontecimiento estuviera a punto de sacudir al país. La Fórmula 1 era una auténtica religión en Argentina, y el Gran Premio de ese año prometía ser un evento de proporciones legendarias. El asfalto del Autódromo 17 de Octubre, actual Oscar y Juan Gálvez, lugar emblemático de la ciudad, se preparaba para recibir a los mejores pilotos del mundo. La cita con la historia estaba marcada para el 12 de enero. En el corazón de todos, sin embargo, había un nombre que sobresalía: Carlos Reutemann, con su Brabham BT-44.

El ambiente en Buenos Aires era de fiesta y emoción. Mientras el sol de verano iluminaba la ciudad, la calidez del aire reflejaba la intensidad de lo que estaba por suceder. La preparación para el Gran Premio de Argentina trascendía lo competitivo. Las calles se llenaron de aficionados con banderas, camisetas y gorras con los colores nacionales. Los bares y restaurantes rebosaban de charlas sobre los pilotos y las tácticas de los equipos.

En los días previos, el Autódromo Municipal 17 de Octubre se convirtió en el epicentro de una revolución automovilística. Las notas de LA GACETA de aquellos días retrataban un clima de efervescencia: “Un total de 15 equipos de competición presentarán sus máquinas en la pista…”, anunciaba el diario. Entre los nombres destacados estaban Emerson Fittipaldi, campeón del mundo con McLaren; Niki Lauda, la joven promesa de Ferrari que se coronaría campeón mundial ese mismo año; y, por supuesto, Reutemann, “Lole”, quien cargaba sobre sus hombros las esperanzas de toda una nación.

Tras un 1974 en el que había terminado sexto en el Campeonato de Pilotos, el argentino ya ocupaba un lugar destacado en la Fórmula 1. Las expectativas eran altas, pero la competencia no sería fácil. Fittipaldi, vigente campeón, también buscaba la victoria, y su astucia en la pista lo convertía en uno de los favoritos.

TODO PREPARADO. Carlos Reutemann en su monoplaza, junto a Gordon Murray, diseñador del histórico Brabham BT-44 ./ARCHIVO LA GACETA

El 2 de enero, Reutemann intentó realizar sus primeras pruebas en el circuito. Sin embargo, como relataban las crónicas, la invasión del público a los boxes y el mal estado de la pista complicaron los ensayos. Esa escena, con fanáticos apiñados para ver de cerca a su ídolo, es testimonio del fervor popular que acompañaba el evento. “La responsabilidad es enorme”, declaraba Reutemann, consciente de que los ojos del país estaban sobre él.

La previa también estuvo marcada por la llegada de los autos más avanzados del mundo. Desde el Penske PC-01 hasta los imponentes Ferrari de 12 cilindros, las máquinas deslumbraban, y la expectativa crecía cada día. El 11 de enero, LA GACETA titulaba: “Comienza el campeonato: 23 pilotos en pos de la victoria en Buenos Aires”. Las pruebas de clasificación dejaron al francés Jean-Pierre Jarier, con su Shadow, en la pole position, seguido por el brasileño Carlos Pace y Reutemann, tercero, listo para pelear desde la segunda fila.

La fecha clave

El 12 de enero fue una fiesta nacional. La banda del Regimiento de Patricios desfiló por la pista, el Himno Nacional emocionó a las tribunas, y paracaidistas ofrecieron un espectáculo. Sin embargo, todo esto era solo el preludio. Cuando los motores rugieron y se liberó el circuito, el país entero contuvo el aliento.

Fittipaldi cruzó la meta en primer lugar, sellando su victoria en Buenos Aires. Pero fue el podio de Reutemann, y el brillo en su rostro al subir al tercer escalón, lo que dejó una huella indeleble en los corazones argentinos. Ver al “Lole” en su tierra, rodeado por el fervor de la multitud, fue un instante cargado de emoción.

Una nueva ilusión

Hoy, al cumplirse 50 años de aquel evento, Argentina vive un momento igualmente emocionante. Franco Colapinto, con su reciente anuncio de la firma con Alpine como piloto de reserva para la temporada 2025 despierta una nueva ilusión en los corazones de los fanáticos. Las conversaciones sobre el posible regreso de un Gran Premio a Argentina resuenan con fuerza, y las imágenes del pasado parecen superponerse con el presente. La esperanza de ver nuevamente a los mejores pilotos del mundo compitiendo en nuestras pistas es un sueño colectivo que conecta con aquel verano del ‘75.

Esa historia, que comenzó con el rugir de los motores en el Autódromo 17 de Octubre, sigue escribiéndose hoy con la misma emoción, fe y esperanza que llevaron a Reutemann a subirse al podio. En esa misma fe, los ojos de todos los argentinos siguen mirando hacia el futuro, soñando con que, quizás no tan lejos, un nuevo nombre esté en lo más alto, escribiendo otra página dorada en la historia del automovilismo.

(Producción periodística: Sofía Lucena)