Bajo la llovizna incesante de la tarde que oscurecía, docenas de fieles peregrinaron hacia la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación para celebrar el Día del Niño por Nacer. Partieron en una caminata con rezos y canciones desde Congreso y General Paz para celebrar una misa en la iglesia al finalizar.

El lugar de partida no fue improvisado sino simbólico, en esa esquina se encuentra la Casa Cuna Alfredo Guzmán que contiene a más de 70 niños de 0 a 4 años, según indican los datos estatales del año pasado.

“El amor nos une”, se escucha cantar por un parlante. La gente acompaña el canto y camina lento bajo los paraguas que van por Congreso. Son las casi las 19: 30. Una mujer agarra firme con su mano izquierda un cartel que dice: “Médicos por la vida”. Es Gisella Reynaga, ginecóloga y dice que está allí porque la moviliza defender los derechos de las futuras generaciones.

Mientras camina, Reynaga se explaya: “Mi especialidad trata a las embarazadas y cuando me toca trabajar con una; tengo dos pacientes. Una vida no vale más que la otra. No lo digo por el juramento hipocrático solamente, sino porque en el fondo de mi corazón, hay algo intrínseco que me dice que debo buscar tu bienestar”.

Avanzan. Gisella cuenta que muchas embarazadas, al recibir la noticia, se encuentran en un lugar de confusión y angustia que no les permite discernir la situación. “En esos momentos, donde parece que te ahogás en un vaso de agua, es cuando necesitamos alguien a nuestro lado. Puede ser un amigo, pero también un profesional que te ayude, no sólo médicamente, sino también a ver más allá de esa angustia. No se acaba el mundo con un ambarazo”, reflexiona.

Ejemplo

Pasó casi una hora, faltan metros para llegar a la catedral y los paraguas se van cerrando. La médica toma como ejemplo su propia vida y la de su madre en Jujuy: “Mi mamá, dos años antes de tenerme, estuvo embarazada de un hermano o hermana que yo tuve pero abortó”, recuerda. Silvia, la madre, tenía un amiga en Orán, Salta. “Cuando se embarazó por segunda vez, a sus 20 años, volvió a dudar pero le cuenta a esta amiga y ella le dice que no se preocupe y le propone que viva con ella. Que la iba a acompañar”, sigue relatando la médica.

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Es allí que Silvia viaja hacia Orán y se hace su primera ecografía. “Yo crecí sin conocer esta historia. Mucho tiempo después, mi madre me confesó: ‘Cuando sentí los latidos de tu corazón ya te amé’, y eso le dio la fortaleza para continuar”, dice la médica.

“Mis papás se casaron después. La ceremonia fue en el hospital Pablo Soria de San Salvador de Jujuy porque mi madre tenía pancreatitis. Los testigos fueron los médicos residentes de cirugía y el cirujano y yo, que tenía un año y medio”, relata entre risas. “Fue fantástico”, exclama y enfatiza que como el testimonio de su madre hay miles y muchas son sus pacientes. “A veces hace falta una voz que te diga que no estás sola”, concluye.