Para Atlanta, el verbo progresar se conjuga con un auxiliar de dos palabras: Movistar Arena. El recinto multipropósito “plantado” en el “patio” contiguo al estadio del “Bohemio” es la “tierra fértil” en la que unos 100 millones de pesos al mes “crecen” para terminar ingresando a las arcas del emblemático club del barrio porteño de Villa Crespo.
“El canon que recibimos por el Movistar Arena nos permite enfrentar a equipos poderosos del país, más allá de otros ingresos por la (publicidad) estática, los patrocinadores y las cuotas sociales”, respondió a una consulta de LA GACETA Marcelo Santoro, jefe de Prensa y vocal de la comisión directiva del club.
“Atlanta es hoy un club al día, que paga sueldos el día 4 y no para de crecer. A mediados de año vamos a anunciar la construcción de la tribuna que nos falta”, agregó Santoro horas antes de que su equipo venciera por 3-1 a San Martín y alcanzara la cima compartida de la Zona A de la Primera Nacional.
El terreno donde fue construido el Movistar Arena, sobre la calle Humboldt, entre Camargo y Padilla, fue entregado en comodato al club por 40 años por una ley aprobada por la Legislatura de la Ciudad.
Santoro pasa revista a la historia. “Atlanta fue a la quiebra en los 90. Entonces tuvo que vender todas las tierras donde actualmente está la sede social y el Movistar Arena”.
“Ese terreno estuvo abandonado durante diez años, hasta que conseguimos la restitución de este en forma de comodato y en 2009 empezó la nueva etapa refundacional de Atlanta”, afirmó.
Originalmente se iba a construir un complejo habitacional. “Pero no se puedo hacer porque la tierra no resultaba apta geológicamente debido a que por debajo pasa el arroyo Maldonado”, agregó.
Entonces nació la idea de la construcción de un microestadio para espectáculos, una iniciativa que no estuvo exenta de polémicas.
La empresa que comenzó el proyecto, Lugones Center, quebró pese a un varias veces millonario crédito otorgado por el Banco Ciudad y dejó la obra sin terminar. Posteriormente, el Grupo La Nación compró la quiebra y renegoció el canon mensual con Atlanta, que pasó a ser de unos 100 millones. Y en pocos años el nuevo recinto quedó erigido a metros del estadio Don León Kolbowski.
En principio, en 2057, tanto el terreno en su totalidad como el microestadio deberían pasar a manos de la Ciudad.
Mientras tanto, el impacto de la construcción de un recinto techado con capacidad para hasta 15 mil personas en pleno corazón de Villa Crespo -un barrio de casas bajas y de vida hasta entonces apacible- pareció ir a contramano de la tendencia en las grandes capitales del mundo, donde este tipo de emprendimientos se realiza en las afueras.
En su momento, vecinos habían presentado una iniciativa para que el terreno fuera destinado a la construcción de una escuela y una zona parquizada.
Finalmente, el 1 de noviembre de 2019, el Movistar Arena fue inaugurado con un show de la cantante Tini Stoessel, para el cual cada vecino de la zona recibió un par de entradas de manera gratuita.
Amadeo Pérez Cabrera, quien camina con ayuda de un bastón a una cuadra del microestadio, fue uno de ellos. A sus 82 años recuerda aquellos tiempos. “Mientras lo construían se nos cortaba muy seguido la luz y el agua, eso fue lo peor, sufrimos mucho”, asegura.
Por el recinto pasaron bandas y solistas de renombre -y algunas también de fama incipiente- y además sirvió de escenario para los actos de cierre de la campaña que catapultó a Javier Milei a la presidencia y de locación para la filmación de algunas escenas épicas de la miniserie El Reino.
En la vigilia de la visita del “Santo”, en el barrio hubo reggaetón, a cargo de Tiago PZK. “El volumen no es problema, el estadio tiene buena insonorización. Yo vivo en el contrafrente, a 50 metros y no se escucha nada. Sí es verdad que quienes tienen su vivienda a la calle se quejan por los ruidos que provocan quienes vienen a los recitales”, señala Amadeo.
Es entendible la queja: son unos 150 recitales al año. Por caso, en lo que resta de este mes de mayo, están programados 15 espectáculos de estilos bien diversos, tales como los de Duki, The Pretenders y José Carreras.
“Las veces que tocó Duki explotó el barrio. Con Joaquín Sabina, en abril pasado, estuvo más tranquilo, es otro público”, contó Luisa Botia, empleada en un maxiquiosco ubicado a unos 100 metros del Movistar Arena.
La joven colombiana relató que el negocio abrió hace medio año, impulsado por el movimiento generado por el microestadio. “No podemos vender alcohol, pero el resto de las bebidas y las golosinas salen muchísimo los días de recitales”. Antes, en lugar del quiosco, el lugar albergaba una casa de loterías.
Las vibraciones de los recitales, un problema para los vecinos de Villa Crespo
“La música no se escucha y tampoco he notado vibraciones, pero algunos vecinos me han contado que sí las sienten cuando vienen bandas ‘pesadas’”, afirmó Luisa.
Ese mismo problema fue señalado por Gabriela Tuttolomondo, quien vive enfrente del Movistar Arena, cruzando la calle. “Tuvimos que hacer una presentación ante el gobierno porteño, porque percibíamos vibraciones cuando dejaban las puertas abiertas durante los recitales. Ahora el tema parece estar mejor”.
Gabriela afirmó que lo que más sufren en su consorcio es la suciedad que dejan en su vereda los asistentes a los recitales. “Es una mugre, comen, orinan… ya nos hemos quejado a los concesionarios, porque nos habían prometido que ellos mismos se encargarían de higienizar”.
Con todo, la vecina entiende que son más las ventajas que las desventajas. “Antes el terreno estaba abandonado, lleno de plagas; ahora la calle está más iluminada, con seguridad las 24 horas y también hay una mayor actividad económica en la zona”.
Así, con pros y contras, y miradas diversas, los vecinos de Villa Crespo se acostumbraron a su nueva rutina, la de ser anfitriones involuntarios de decenas de miles de personas, apenas día de por medio.