Durante buena parte del torneo, San Martín se pareció a una caja fuerte: difícil de vulnerar, firme en cada línea y con una combinación que nadie parecía descifrar. Hasta el cierre de la primera rueda, el equipo de Ariel Martos era sinónimo de orden, disciplina táctica y seguridad defensiva. Pero algo cambió después del triunfo frente a Colegiales, el último que se celebró en La Ciudadela. Desde entonces, ese candado empezó a ceder. No del todo, pero sí lo suficiente como para encender una señal de advertencia en la mitad del recorrido.

Aquel “santo” invicto y confiado era el único de toda la Primera Nacional que no conocía la derrota: 13 partidos sin caer, con siete victorias y seis empates. Una efectividad del 69,23% que lo perfilaba como uno de los principales candidatos en la pelea por el ascenso. Más allá de los números fríos, lo que más destacaba era su regularidad. Había desarrollado una identidad basada en el equilibrio colectivo y una notable solidez defensiva.

El secreto de ese rendimiento no radicaba en una receta mágica, sino en un compromiso generalizado, donde cada pieza del engranaje sabía exactamente lo que debía hacer. En ese funcionamiento, Darío Sand se volvió un referente indiscutido bajo los tres palos. Con apenas tres goles recibidos en los primeros 13 partidos (contra Los Andes, Güemes y All Boys) y dos penales atajados, el arquero fue una de las grandes figuras de esa etapa. No era exagerado decir que San Martín tenía, en ese momento, la valla menos vencida del torneo.

Pero tras la caída en Villa Crespo contra Atlanta se quebró la racha. Fue un golpe inesperado, no sólo por el resultado sino por la forma. El equipo perdió el invicto y, desde entonces, no volvió a ser el mismo en su última línea. Si bien hubo victorias valiosas como la obtenida en el Centenario contra Quilmes, también se repitió una constante preocupante: en los últimos encuentros, el equipo recibió al menos un gol por partido. Racing de Córdoba, San Miguel y Almagro también lograron vulnerar a una defensa que, semanas atrás, parecía inexpugnable.

Buena parte de esa merma coincide con la baja de Mauro Osores, uno de los pilares del equipo. La lesión del central significó un punto de inflexión. Su salida obligó a Guillermo Rodríguez, quien había formado una dupla sólida con él, a reconfigurar su sociedad defensiva. Primero con Juan Orellana, luego con Mateo Pérez y más recientemente con Tiago Peñalba. Aunque ninguno desentonó gravemente, lo cierto es que el entendimiento que había con Osores todavía no se pudo replicar. Y en una categoría tan pareja como la Primera Nacional, esas pequeñas diferencias muchas veces inclinan la balanza.

Otro punto a tener en cuenta es el rendimiento de los laterales. Tanto Hernán Zuliani como Federico Murillo fueron, en la primera parte del torneo, dos piezas vitales por su intensidad, solidez y participación ofensiva. Sus subidas constantes por las bandas eran una vía habitual de ataque. En los últimos partidos, sin embargo, ambos mostraron una merma en su nivel. Ya no pasan tanto al ataque, sus intervenciones son más esporádicas, y eso le resta sorpresa al juego colectivo. No es una cuestión individual, sino un síntoma compartido que afecta al rendimiento general del equipo.

Con la mira puesta en volver a ser un equipo seguro

Es cierto que también influye la carga física y mental de un torneo largo y exigente. La Primera Nacional no da respiro y los equipos atraviesan, inevitablemente, momentos de bajón. Lo importante, en ese contexto, será poder detectarlos a tiempo y trabajar sobre ellos. Martos lo sabe, y por eso tendrá el desafío de reordenar piezas y renovar energías en los pocos días que quedan hasta el domingo.

El próximo duelo será en Caballito, contra Ferro, un equipo que suele hacerse fuerte en su cancha y que también necesita sumar. Será una buena oportunidad para que San Martín vuelva a demostrar su jerarquía como visitante, una condición en la que supo sacar rédito en más de una ocasión. En la primera rueda, varios triunfos importantes se dieron fuera de Tucumán, algo que puede servir de respaldo en esta búsqueda de recuperación.

No se trata sólo de corregir errores, sino de recuperar la confianza y volver a creer en la fórmula que, hasta hace pocas semanas, lo tenía como el equipo más confiable del torneo. La defensa fue uno de los atributos más codiciados de este San Martín. Si logra recuperar esa solidez que lo distinguía, se podrá permitir volver a sonreír.