En el fútbol, los planes se escriben con nombres propios, pero también se borran con partes médicos. En San Martín, cada semana trajo una nueva sorpresa: un titular caído, una molestia inesperada o una prueba fallida. Desde que Mariano Campodónico desembarcó en Bolívar y Pellegrini, las lesiones se convirtieron en su principal adversario. No fue un rival visible ni medible, pero sí constante. Cada línea del equipo padeció bajas y, en consecuencia, el técnico debió reinventarse más veces de las que imaginó.

El ciclo de Campodónico no sólo estuvo marcado por la irregularidad futbolística, sino también por un calendario repleto de contratiempos físicos. En apenas dos meses, perdió piezas clave, alteró esquemas y cambió más de una docena de veces la formación titular. Ahora, con el Reducido a la vuelta de la esquina y un duelo eliminatorio frente a Deportivo Morón que puede definir su destino, la situación lo empuja a una disyuntiva: arriesgar en tiempo récord o preservar a sus jugadores.

El “Santo” llega a este cruce con heridas que todavía no terminan de cerrar. Algunas son físicas; otras, emocionales. Pero el diagnóstico es claro: para seguir con vida, Campodónico necesitará que su equipo recupere más de lo que perdió.

Un desafío contrarreloj

Las buenas noticias aparecen, aunque con matices. Martín Pino y Federico Murillo, ambos afectados por sobrecargas musculares, evolucionaron bien y podrían reaparecer contra el “Gallito”.

En tanto, Juan Cruz Esquivel atraviesa una semana crucial: el cuerpo técnico planea exigirlo en los entrenamientos para determinar si puede integrar la convocatoria. La intención es que, al menos, sume minutos en el complemento, aportando velocidad y desequilibrio en un partido que promete ser cerrado y de detalles.

Más compleja es la situación de Leonardo Monroy, quien arrastra un traumatismo en el empeine del pie derecho. Su evolución es favorable, pero difícilmente llegue a tiempo para esta primera fase del Reducido. Si San Martín avanza, recién allí podría volver a ser opción. En el caso de Mauro Osores (sufrió una distención muscular en el recto interno del muslo derecho), Nicolás Moreno y Franco Quiroz, las lesiones demandaron rehabilitaciones prolongadas y los tiempos no alcanzan: ninguno reaparecería en el corto plazo.

En el complejo “Natalio Mirkin”, la consigna es clara: el partido contra Morón será a todo o nada.

“Estos encuentros no admiten especulaciones”, repiten los integrantes del cuerpo técnico, conscientes de que cualquier cálculo prudente puede convertirse en eliminación. Campodónico se enfrenta así a un dilema que no tiene receta: arriesgar futbolistas tocados o apostar por otros que llegan con ritmo, pero con distintas características.

Un rompecabezas

El registro de cambios en el “11” titular refleja el calvario sanitario. Desde su arribo, el entrenador nunca logró repetir la formación dos veces seguidas.

Entre lesiones, sanciones y ajustes tácticos, el equipo se fue transformando cada fin de semana. La defensa fue el área más castigada, con ausencias de peso como las de Osores, Gustavo Abregú -que reapareció contra olegiales-, Juan Orellana y Murillo. En el medio campo, Jesús Soraire, Matías García, Nicolás Castro, Juan Cuevas y Ulises Vera se alternaron entre la recuperación y la titularidad.

Y en ataque, los contratiempos de Pino y Esquivel obligaron a ensayar variantes como Gonzalo Rodríguez, en posiciones no habituales.

La consecuencia fue evidente: el equipo perdió continuidad y solidez. Campodónico debió improvisar esquemas y nombres, incluso en los tramos decisivos del torneo. En ese contexto, cada partido fue una suerte de laboratorio a cielo abierto.

La última prueba

Pese a los tropiezos, el entrenador nunca se escudó en los imprevistos. Tras el empate en Los Polvorines, sostuvo que “este grupo se merece pelear hasta el final”. Esa frase resume el espíritu con el que afrontará el Reducido.

Con Pino y Murillo prácticamente recuperados y la posible reaparición de Esquivel, San Martín intentará armar una versión competitiva y agresiva para buscar el golpe en el “Nuevo Francisco Urbano”.

En el vestuario lo viven con la intensidad de una final. Saben que un empate los deja fuera y que solo la victoria mantiene viva la ilusión. Por eso, el cuerpo técnico diseñó una semana de entrenamientos con exigencia progresiva, buscando llegar con la mayor cantidad de futbolistas en condiciones. En paralelo, trabajan en el aspecto emocional: la idea es que el equipo llegue con la cabeza despejada, incluso si el físico no acompaña del todo.

Las lesiones fueron el telón de fondo del ciclo de Campodónico, pero también el combustible de su resistencia. Aprendió a convivir con la incertidumbre, a reconstruir un “11” cada fin de semana y a sostener un discurso de esperanza en medio de los partes médicos.

El domingo, cuando el árbitro dé la orden en Morón, pondrá a prueba todo eso: su capacidad de adaptación, la fortaleza del grupo y, sobre todo, la fe en que aún con limitaciones, el “Santo” puede escribir otra historia. Porque en este Reducido no hay segundas oportunidades: solo espacio para los que se animan a arriesgar.