Río de Janeiro se encuentra sumida en la conmoción tras una operación policial que dejó un saldo de 128 muertos. Los residentes del Complexo da Penha trasladaron hoy más de 50 cadáveres a la plaza São Lucas, lo que expuso la brutalidad de los hechos ante la mirada atónita de la comunidad.

Los cuerpos, encontrados en una zona boscosa que conecta los complejos de Alemão y Penha, fueron llevados a la plaza donde familias angustiadas intentaban identificar a sus seres queridos. La escena, descrita por testigos como dantesca, incluyó la presencia de niños ayudando en la remoción de los cuerpos y relatos desgarradores de madres buscando a sus hijos.

"Policía asesina, ¿dónde está mi hijo?", clamaba una mujer en medio de la plaza, mientras otra relataba haber encontrado a su hijo de 20 años atado de manos en la zona boscosa. La abogada Flávia Fróes, presente durante la retirada de los cuerpos, denunció la presencia de "marcas de disparos en la nuca, puñaladas en la espalda y heridas en las piernas" en varios cadáveres.

Las víctimas de un duro enfrentamiento

La cifra oficial de muertes fue actualizada por el gobierno estatal, se sitúa en 128 personas, incluyendo cuatro policías. Sin embargo, medios locales como Folha de São Paulo y O Globo anunciaron que el número real podría ser mayor. 

El activista Raull Santiago, quien acompañó a los familiares, explicó que la exposición de los cuerpos en la plaza fue una decisión tomada por ellos mismos, con el objetivo de denunciar las condiciones en las que fueron encontrados. "Una escena que entra para la historia de terror de Brasil", declaró Santiago. Según el activista, los cuerpos trasladados a la plaza no están incluidos en el balance oficial de muertes.

La magnitud de la tragedia generó conmoción internacional. Organizaciones y defensores de derechos humanos solicitaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el envío urgente de interventores y peritos internacionales a Río de Janeiro. Fróes calificó la intervención policial como "la mayor masacre de la historia de Río de Janeiro".

La ciudad fantasma

El impacto de la operación se extendió por toda la ciudad. Anoche, las calles de Río de Janeiro se vaciaron, evocando las primeras semanas de la pandemia. Zonas tradicionalmente vibrantes de la vida nocturna, como la Praça Varnhagen y el Boulevard 28 de Setembro, quedaron desiertas. Incluso la autopista Grajaú-Jacarepaguá, una importante vía de comunicación, permaneció cerrada durante horas.

En la Zona Sur, la tensión se palpaba en el ambiente. En la Praça São Salvador, los bares y restaurantes permanecieron vacíos, y los pocos transeúntes se mostraban cautelosos. "En una noche cualquiera, estaría viendo un partido en una mesa, pero hoy me quedo en casa", declaró un vecino al medio local G1. La misma escena se repitió en el Largo do Machado, donde la mayoría de los negocios cerraron sus puertas.

La operación policial y sus consecuencias dejaron a Río de Janeiro en un clima de miedo y luto, y expuso una vez más las profundas desigualdades y la violencia endémica que azotaron a la ciudad. La exposición de los cuerpos en la plaza São Lucas, un acto desesperado de denuncia, es un grito de auxilio que resuena a nivel internacional.