Vienen de familias numerosas. Se criaron con varios hermanos y disfrutaron de eso. Pero cuando les tocó el turno de planificar su futuro, no lo dudaron: pensaron en tener un solo hijo.

Las razones para que cada vez haya más parejas con hijos únicos son diversas. Hay causas económicas y personales. Más mujeres trabajan. Aspiran a un desarrollo profesional y laboral exitoso. La postergación del primer embarazo también influye. Y hay otra razón con mucho peso: las parejas actuales sienten que debe existir un deseo genuino de tener más hijos, y ya no se dejan llevar por el mandato de “dar un hermanito”.

Alejandra Álvarez Chaño, de 43 años, es mamá de Matilda, de 10. Se desempeña como ejecutiva comercial para la zona NOA/NEA de un reconocido laboratorio de dermocosmética, y decidió junto a su pareja formar una familia de tres. “Cuando era más chica pensaba que tendría más hijos. Nosotros somos tres hermanos y me parecía un lindo número. Pero cuando llegó el momento, lo charlamos y decidimos que íbamos a tener uno solo. La razón principal fue el trabajo. Viajo mucho, y cada vez que salía tenía que dejar a mi hija con mi mamá. Era toda una logística”, cuenta Alejandra.

La decisión, dice, no fue impulsiva. “Con mi pareja analizamos todo. Él viene de una familia numerosa, son cinco hermanos. Pero coincidimos en que preferíamos priorizar calidad antes que cantidad. Yo soy una mamá muy presente, me gusta compartir con mi hija, acompañarla en las tareas, estar con ella. Sentía que si tenía más hijos, iba a perder eso y no quería que se criaran con una empleada. Quería darle lo mismo que tuve yo: una mamá cerca”.

Para Alejandra, tener una sola hija simplificó la organización familiar y le permitió disfrutar más cada etapa. “No sé si hablaría de beneficios de tener un solo hijo; sí de practicidad. Todo es menos caótico. Cuando tengo que viajar, es más fácil dejar a una sola nena al cuidado de mi mamá”, dice.

Alejandra reconoce que no siempre fue fácil sostener la decisión frente a las opiniones ajenas. “Acá en Tucumán hay mucho prejuicio. Me pasaba que gente que ni me conocía me preguntaba: ‘¿y el hermanito para cuándo?’. Algunos incluso creían que tenía un problema para tener más hijos. Al principio, me molestaba, después entendí que cada familia es distinta y que esa decisión es muy personal”. “Tener un hermano no asegura que estén juntos toda la vida. Mi hija es muy sociable, tiene amigos, va a teatro, a canto, tiene una vida social muy activa. No necesita un hermano para sentirse acompañada”, resume.

Libertad y deseo

“Elegimos tener un solo hijo desde la libertad y el deseo”, expresa Carolina López Flores. Tiene 44 años, es abogada, docente e investigadora universitaria. Está casada desde 2012 con Rafael, empleado de comercio, y juntos son padres de Teo, de nueve años. Su historia de maternidad también se diferencia de la de las mujeres que la precedieron y refleja los cambios culturales, sociales y económicos que atraviesan las familias actuales.

“Mi abuela materna tuvo cinco hijos y mi abuela paterna, 10. Ambas son de Orán, Salta. Mi mamá tuvo cuatro hijas biológicas y luego, con mi padre, adoptaron tres varones”, cuenta Carolina. Luego, confiesa que no siempre tuvo el deseo de ser madre. “Lo sentí recién cerca de los 35 años. Desde el inicio, acordamos que sería uno solo, para poder compartir las tareas de crianza de manera equitativa”, explica. Esa decisión, afirma, implicó respeto por su propio deseo y por los límites que conlleva el acto de gestar y criar: “ser madre significa poner el cuerpo, cuidar la salud física y mental, y hacerlo en un contexto donde todavía recae sobre las mujeres la mayor carga de cuidado”.

Para Carolina, su maternidad está anclada en la libertad de elegir y en la consciencia plena de lo que implica traer un hijo al mundo. “Entendimos que no podíamos romantizar la maternidad ni la idea de familia. La cantidad de hijos no es una medida de felicidad ni una garantía contra la soledad”, sostiene. Admite, al igual que Alejandra, que la elección de tener un solo hijo, dice, suele despertar prejuicios. “A las madres de hijos únicos se nos acusa de ser sobreprotectoras o egoístas. En la escuela, por ejemplo, me encontré con cuestionamientos sobre cuánto tiempo debía dedicarle a mi hijo”, recuerda.

Carolina advierte que todavía persiste la idea de que tener un solo hijo está vinculado a cuestiones económicas o de clase. “No siempre es así. En nuestro caso fue una elección consciente, basada en el deseo y no en la falta”, remarca. A eso se suman otros mandatos sociales: “si el niño no tiene hermanos, debe tener una mascota; y si no tiene ninguna de las dos cosas, los padres deben asegurarse de que socialice para evitar problemas de comportamiento. Cualquier diferencia se atribuye enseguida al hecho de ser hijo único”.

Las historias de Carolina y Alejandra no son aisladas. Tampoco las de aquellas parejas que deciden no tener hijos. La idea de la familia tipo está cambiando. Y cambiará mucho más aún. Al menos eso quedó en claro en el último informe “La transformación de la población argentina”, que analiza proyecciones y estimaciones hasta el año 2040.

En el estudio, realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), se observa una marcada disminución de la proporción de niños, niñas y adolescentes, una postergación en la edad del primer hijo y una menor cantidad de hijos por mujer. Esas realidades, sumadas a una mayor expectativa de vida, modificarán totalmente la estructura de la pirámide poblacional, la cual será cada vez más estrecha en su base.

Para graficar un poco, el estudio muestra algunos números: en 2010, la población de 0 a 14 años representaba el 25,5% de la población, y en 2022, el 22,0%. Se espera que en 2040 represente el 14,3%.

En los próximos años habrá un 40% menos de chicos y adolescentes (cinco millones). Mientras que en 2010, la población de 0 a 17 años era de 13 millones en Argentina, se estima que en 2040 sea de ocho millones aproximadamente. De acuerdo a los datos volcados en el mapa de la niñez, Tucumán aparece entre las provincia donde más bajará la cantidad de niños en la población.