En la Argentina nacen cada vez menos niños. De acuerdo con los últimos datos oficiales, de cada 100 niños y niñas que nacían en 2011, 10 años después nacen apenas 70. Y la cifra sigue cayendo.

Los cambios en los comportamientos reproductivos, asociados al descenso sostenido de la fecundidad, provocaron una reducción del peso relativo de la población infantil y adolescente.

Según estadísticas nacionales, en 2016 se registraron 777.017 partos, mientras que en 2021 fueron 529.794, lo que representa una caída del 32%. En Tucumán la tendencia es similar: en 2010 nacieron 30.400 bebés; en 2016, 28.306; y en 2021, 24.617. En 2023 se anotaron 18.537 bebés y en 2024, 16.933 fueron los inscriptos en delegaciones dependientes de la Dirección General del Registro Civil provincial.

De los datos provinciales también se desprende un cambio profundo en la estructura familiar: en Tucumán, un tercio de los niños son hijos únicos. En detalle, de las 288.256 tucumanas que son madres, 89.219 tienen un hijo, 86.765 tienen dos y 112.272 tienen tres o más. Así, el 31% de los niños nacidos en la provincia son hijos únicos.

El promedio de hijos por mujer sigue en descenso. En Tucumán se mantiene apenas por encima del promedio nacional de fecundidad, que es de 1,4 hijos por mujer, una cifra que en 2001 era de 1,7 y en 2010 de 1,5. La tendencia también se refleja en el tamaño promedio de los hogares, que se redujo de 3,6 personas en 1991 a 2,9 en 2022. Las familias son más pequeñas, las mujeres tienen menos hijos y los hogares con niños son cada vez menos.

Que la cantidad de chicos esté disminuyendo en la pirámide poblacional tiene varias causas. A los factores económicos y laborales se suman los cambios culturales, el retraso en la edad del primer embarazo y una nueva mirada sobre la maternidad y la paternidad, explica Fernando Longhi, investigador del Conicet y docente de demografía.

También remarca que si cambia la estructura de la pirámide poblacional, con una base más chica, cambian los modos en los que una sociedad se desenvuelve día a día, lo que genera cada vez mayores desafíos a la hora de planificar políticas públicas.

Según detalla Longhi, la caída de la natalidad es una tendencia que se hará más visible en los próximos años. Gradualmente habrá menos alumnos en las escuelas, disminuirá la demanda de pediatras y aumentará la preferencia por viviendas más pequeñas, entre otros cambios sociales.

Esta transformación forma parte de lo que los demógrafos denominan “bono demográfico”. “Es una etapa en la que la proporción de personas en edad de trabajar crece en relación con la población dependiente (niños y adultos mayores). Esta situación puede representar una gran oportunidad de desarrollo económico, ya que hay más personas que producen y menos que requieren cuidados”, especifica el experto.

El informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) señala que la disminución de la cantidad de niños y adolescentes abre oportunidades de mejoras en el capital humano. Por ejemplo, una reducción de la matrícula en los niveles iniciales abre la posibilidad de reorientar los recursos que se liberan para una mayor inversión en calidad educativa.

Pero no todas son buenas noticias. Longhi aclara que este “bono demográfico” es transitorio. “Si la natalidad sigue bajando, en unas décadas aumentará la proporción de adultos mayores y se reducirá la población económicamente activa, planteando nuevos desafíos para el sistema productivo y de protección social”, recalcó. Se calcula que en 2040, los mayores de 65 años serán el 16,4% de la población, un 35% más que en 2010.