Las redes sociales ya no son sólo lugares para pasar el rato: también influyen en cómo duermen, cómo se ven y cómo se relacionan miles de millones de personas. Un nuevo informe de Reino Unido encendió una alarma que atraviesa a la Generación Z al indicar que empezar a usar estas plataformas desde temprana edad deja marcas profundas en la salud emocional.
La investigación realizada por University College London siguió durante años a casi 19.000 chicos británicos detectó tres efectos clave: retrasos en el sueño, una autoimagen cada vez más negativa y una dificultad creciente para confiar en los demás. Aunque estos problemas afectan a todo el grupo, el impacto se vuelve más fuerte en las chicas nacidas entre 1997 y 2012.
Problemas del sueño y con el cuerpo
El estudio reveló que quienes abren sus primeras cuentas alrededor de los 11 años presentan más problemas para dormir y mayor insatisfacción con su cuerpo. Pero el dato que sorprendió a los especialistas fue otro: cuanto más temprano empieza el uso de redes, más se debilita la confianza interpersonal, especialmente entre las adolescentes. La comparación permanente, el miedo a quedar afuera y los ataques virtuales aparecen como disparadores directos.
La investigación publicada en Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology consideró variables socioeconómicas, antecedentes familiares y episodios previos de malestar emocional. Incluso al ajustar por estos factores, los resultados se mantuvieron sólidos: tres mecanismos (mal descanso, autoimagen deteriorada y desconfianza) se vinculan con un aumento de problemas psicológicos serios hacia los 16 o 17 años.
El análisis profundo incluyó a 8.913 adolescentes (la mayoría chicas) y comprobó que la presión por encajar afecta de manera particular a quienes valoran la reciprocidad y la empatía en sus relaciones. Según el equipo encabezado por Dimitris Tsomokos, la desconfianza funciona como un puente entre la exposición temprana a redes y la aparición posterior de síntomas como ansiedad o depresión.
Un gran impacto emocional
En la publicación Tsomokos explicó que, en un entorno donde la comparación social se naturaliza y la exclusión se vuelve parte del día a día, las chicas sienten una amenaza constante a sus vínculos. Esa tensión se vuelve acumulativa y deja huellas que se arrastran hasta la adolescencia tardía.
El estudio también expuso que estos efectos no desaparecen con el tiempo: quienes tuvieron contacto temprano con las plataformas mantienen niveles más altos de malestar emocional aun años después. Dormir poco, ver su cuerpo de forma negativa y desconfiar de su entorno alimentan un círculo difícil de cortar sin acompañamiento.
Ante este panorama, los investigadores recomiendan políticas públicas y programas educativos que fortalezcan la confianza social, promuevan hábitos de sueño saludables, y ayuden a construir una relación más realista y amable con la propia imagen. Aseguran que intervenir a tiempo puede marcar una diferencia clave en el bienestar emocional de las próximas generaciones.