Hay equipos que nacen para competir y otros que nacen para contar una historia. Tarucas, desde el primer día, eligió ese segundo camino. Su irrupción en el Súper Rugby Américas no solo amplió el mapa del rugby profesional: abrió una puerta emocional para el norte argentino. En apenas un año, la franquicia tucumana se volvió un espejo donde muchos jugadores del NOA se ven reflejados, imaginando que allí puede empezar su gran salto. Por eso, cada vez que Tarucas presenta algo -sea una lista, un refuerzo o una camiseta- no se trata solo de una novedad deportiva, sino de un gesto simbólico hacia una identidad que se está construyendo en tiempo real.

La presentación de la indumentaria 2026 volvió a dejarlo claro. No fue un acto protocolar: fue una reafirmación. La camiseta titular seguirá siendo naranja, ese color que no necesita explicación en Tucumán. Es un puente directo con las gestas del seleccionado, un guiño a generaciones que hicieron de la “Naranja” una bandera reconocible en todo el país. Para la nueva temporada, la camiseta tendrá un detalle blanco en el cuello suaviza la estética y le suma una nota contemporánea. La suplente será negra con detalles naranjas, sobria pero agresiva. Y la casaca de entrenamiento, azul oscuro con toques naranjas, completa un set que combina memoria, diseño y modernidad.

PRESENTACIÓN. Tarucas presentó las tres camisetas que utilizará en la próxima temporada del Súper Rugby Américas. OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.

Esa fidelidad a las raíces no es casual. La franquicia nació para representar a una región, pero también para proyectarla. Y, aunque apenas cumplió un año en competencia, ya dejó huellas concretas: dos jugadores que pasaron por Tarucas en 2025, Simón Benítez Cruz y Nicolás Roger, no solo fueron convocados a Los Pumas, sino que sumaron minutos. El mensaje es tan simple como contundente: desde el norte también se puede llegar al seleccionado.

El armado del equipo para la próxima temporada sigue ese mismo espíritu. El staff técnico continuará liderado por Álvaro Galindo como head coach, acompañado por Diego Vidal y Diego Ternavasio. La continuidad no es solo una decisión deportiva, sino una apuesta al desarrollo: Tarucas no quiere ser un equipo que reconstruye su identidad cada temporada; quiere ser un proyecto que crece sobre bases sólidas.

Mientras tanto, la conformación del plantel se cocina en los espacios donde el rugby profesional define ciclos: conversaciones, evaluaciones, seguimientos. Fernando Renta Mora, CEO de la franquicia, lo explicó con claridad: la elección de jugadores es una tarea compartida entre el Alto Rendimiento de la UAR y el staff técnico, y la lista definitiva está a días de anunciarse. “Las caras van a ser muy parecidas al año pasado, más algunos jugadores nuevos”, adelantó. Y aunque no quiso romper el misterio, dejó flotando una posibilidad que encendió murmullos. “Sí, puede ser que llegue un ex Puma… es un anhelo nuestro. Y no uno: varios”, dijo.

Renta Mora también reveló el interés que despertó Tarucas para la pretemporada. El equipo recibió invitaciones de Santiago, Córdoba, Río Cuarto y varias regiones del país para disputar amistosos. La respuesta, sin embargo, tiene un trasfondo territorial y afectivo: la prioridad es jugar en Tucumán, en casa, donde late la identidad del proyecto. Porque Tarucas nació para competir en América, pero también para que el norte se vea y se sienta representado.

José “Cheto” Santamarina, uno de los impulsores del proyecto, profundizó el sentido más estructural de Tarucas. Para él, la franquicia no es solo un equipo profesional: es un engranaje en el desarrollo del rugby argentino. “Se va consolidando la marca, el sistema”, dijo. “Aprendimos mucho en el primer año, a nivel técnico, comercial y logístico. Y el juego manda: queremos ser competitivos en todos los aspectos”, agregó.

Su mirada pone el foco en algo que excede el resultado deportivo. Tarucas nació, en esencia, para evitar que los talentos del norte emigraran demasiado temprano hacia ligas menores de Europa, donde muchas veces frenaban su desarrollo. “Buscamos potenciar a nuestros jugadores hasta los 25 o 27 años, para que lleguen a Europa con una base sólida, o para que alimenten a las estructuras nacionales como Los Pumas, Argentina XV o Los Pumas 7’s”, explicó.

José Santamarina recordó que el objetivo de la franquicia es potenciar a los jugadores del NOA. OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.

Por eso insiste: ganar es una consecuencia. El objetivo real es formar jugadores. Darles herramientas, estructura, competencia. Construir un ecosistema donde el norte argentino deje de ser un territorio exportador de promesas tempranas y pase a ser una cantera madura.

Ya hacia el final, Santamarina dejó una reflexión que resume el espíritu del proyecto: Tarucas existe para que el jugador argentino -especialmente el del norte- no tenga que irse. Para que encuentre aquí, en su tierra, un camino posible hacia el alto rendimiento. “Los resultados y los logros tienen que ser una consecuencia de nuestro trabajo”, insistió.

Y en esa búsqueda, en esa mezcla de memoria, crecimiento y ambición, la franquicia tucumana empieza a escribir su capítulo más desafiante. Porque su segundo año ya no es el del descubrimiento: es el de la consolidación. El del salto. El de demostrar que el norte argentino no solo tiene historia en el rugby: también quiere dejar su nombre en lo más alto.