El jueves 17 de julio de 2008, también por la noche, el vicepresidente Julio Cobos desempató un tironeo crucial en el Senado con el famoso voto “no positivo” y cuenta la leyenda que Néstor Kirchner le dijo a su esposa, por entonces la presidente de la Nación, “nos vamos” y que Lula, nada menos, tuvo que mediar para convencerlo de no abandonar el barco. Nada de esto ha sido probado de manera directa, sino que forma parte de las “historias secretas” que se cuentan sobre ese crucial momento, reveladas tiempo después por actores políticos y periodistas.

Milei se aferra al Senado para subsanar errores

La anécdota es sólo para darle marco al muy mal momento lleno de confusión que pasó el gobierno nacional el miércoles pasado bien tarde aunque, según se dice, esta vez no fue nada que se pareciese siquiera en los términos de tirar la toalla, aunque sí en la desazón que generaron en Olivos las noticias que llegaron desde el Congreso ya en la madrugada del jueves, situación que hizo mella especialmente en el presidente Javier Milei.

Todo venía de modo bastante confortable para el Gobierno que primero había pasado el sobresalto del quórum en Diputados y luego asistido a un debate más o menos predecible sobre el Presupuesto 2026. Si bien el 132 a 97 final (hubo 19 abstenciones) pareció demasiado exiguo por el alto costo que tuvo el toma y daca con las provincias en plata y también en imagen por las transas a cielo abierto hechas con la “casta”, se había logrado cumplir con la primer meta legislativa de la flamante “primera minoría” de la nueva Cámara Baja y se festejaba.

Pero cuando se llegó al último Capítulo de la votación en particular, el que contenía entre otros varios temas agregados a último momento para hacer un combo más digerible de la doble anulación de las leyes de Discapacidad y de Financiamiento Universitario, las mismas que muchos diputados provinciales habían votado a favor en su momento y ratificado en las insistencias con los dos tercios de las dos cámaras, el castillo de naipes del Ejecutivo se empezó a desmoronar, ya que el resultado salió por el rechazo, 123 a 117 con dos abstenciones.

Luego trascendió que fue el propio Presidente quien caminaba por las paredes esa noche, debido a la notoria chapucería de quienes manejaron la cuestión y dicen que cayeron muchos en la volteada: Martín Menem, Diego Santilli y hasta Luis Caputo. Entonces, desde el Gobierno se dejaron trascender dos conceptos propios de la calentura atribuida a Milei, como aquellos dichos de Néstor referidos a la Resolución 125: “un Presupuesto así no nos sirve” y “se abre la posibilidad de un veto presidencial”.

Cómo cierra el 2025 Javier Milei, a dos años de tomar las riendas del país

Eso fue lo que salió de la Casa Rosada con demasiada ligereza el jueves por la mañana, aunque ambos comentarios le agregaron más desorden a la cosa porque fueron puestos a correr sin proteger al Presidente. La segunda frase esconde una evidente confusión, ya que no se puede vetar lo no que no ha sido aprobado, pero la primera le deja picando a cualquiera la posibilidad de refutarle al Milei economista que si una familia sabe cómo hacer para cortar otros gastos cuando hay cosas imprescindibles que atender en el hogar, cuánto más un Gobierno. Demasiados errores juntos, de estrategia legislativa, de comunicación y de golpe a la imagen presidencial.

De la nada, hubo entonces un verdadero caos y, como en un flipper, los rebotes en cadena fueron inevitables. El Presupuesto pasó al Senado con ese rechazo a cuestas y no parecía conveniente que Patricia Bullrich tuviera en sus manos dos papas calientes, como son la Reforma Laboral que apenas arrancó y un Presupuesto en el que se planteaban salir a defender un Capítulo completo de cuestiones como son, por ejemplo, la anulación para siempre de leyes que tienen un peso diferente al de una norma que, por definición, dura sólo un año. Con todo este nuevo baile en expectativa, entonces se decidió trasladar lo laboral para febrero, aún a costa de darle chance al sindicalismo de seguir batiendo el parche durante todo el verano.

Sin embargo, ése no iba a ser el último engranaje de la confusión, sino que alguien con más lógica (y sapiencia legislativa) que la que se había enarbolado hasta entonces decidió eliminar por completo el rechazado Capítulo XI para tratar esos temas por separado (ya se verá si la ampliación de Extraordinarias o en el período ordinario) y aprobar el dictamen sobre lo efectivamente aprobado, tal como debe ser. Aquellas dos frases que alguien difundió creyendo que mostraban cierta fortaleza del Presidente en la toma de decisiones, habían sido sepultadas.

La pregunta que se impone contestar es por qué le pasan todas estas cosas a un gobierno que viene de ganar elecciones, que tiene el apoyo que tiene de Donald Trump nada menos, que se ha vuelto dialoguista por necesidad aún a costa de mostrarse mano suelta y que ha podido, en las últimas semanas, domar algo el riesgo-país que ha caído a niveles más manejables debajo de los 600 puntos básicos, tras haber cambiado la metodología de ajuste de la banda cambiaria, diagramándola por ahora algo más a gusto del FMI. Vale puntualizar que, para algunos, el cálculo merecería otros acomodamientos adicionales referidos a los desvíos que hubo desde abril hasta acá, que no se consideran por ahora de enero en adelante.

Hay desde el lado del haber también seguramente otras diferentes y positivas razones que se observan en las estadísticas económicas (superávit fiscal, comercio exterior, desempleo, pobreza, no tanto en el nivel de actividad, etc.) o en la tarea de recolección de dólares para pagar los vencimientos de deuda de enero, pero existe un solo y poderoso argumento desde el debe y son las internas: el lance Karina Milei - Santiago Caputo aún no ha terminado y quizás se ha potenciado con las designaciones que sigue haciendo el asesor en lugares clave, el último el controvertido Andrés Vázquez en ARCA.

Y hablando de internas, en la movida noche en Diputados, el karinista Martín Menem jugó al límite con el PRO rompiendo la promesa de sumar a Jorge Triaca a la Auditoría General de la Nación y le dio esa silla nada menos que al kirchnerismo. Cristian Ritondo, aparentemente hoy bajo el ala del asesor Caputo, se le paró de manos al riojano y dijo que el macrismo va a avanzar en una denuncia judicial con el argumento que, en Extraordinarias, el Congreso sólo puede tratar los temas que propone el Presidente. Más revuelo para una noche a la que, al festejo inicial, se le fueron sumando oscuridades.

Sobre las internas, se podría decir con toda justicia que no hay gobierno que no las tenga, aunque el problema que se observa hoy en el de la Nación a la hora de la toma de decisiones es que están más que presentes y que todo lo contaminan. El otro problema de siempre en todos los gobiernos son los entornos y su penetración y en este caso, es palpable que el Presidente no tiene uno, sino dos entornos que, más que orientarlo, generalmente lo complican con datos cruzados, ruidos informativos, expectativas contradictorias o hasta con cierto aislamiento.  

En teoría, la gobernabilidad ya sea de una empresa, de un club de fútbol o de un país depende siempre de aquello que las distintas líneas internas de consejeros procesen y sinteticen, para que quien comanda pueda decidir con información clara. Cuando ese filtro falla, el “número uno” recibe problemas en bruto, debe laudar de modo constante y eso le genera seguramente cierta fatiga decisoria, ya que se convierte en árbitro permanente, sin poder dedicarle tiempo a fijar las políticas.

En el Gobierno de Milei afirman que, tal como fue aprobado, el Presupuesto 2026 no les sirve y evalúan vetarlo

Y si ocurre que las líneas internas no logran articular propuestas sólidas por sus desavenencias, el resultado es un gobierno donde el vértice decide casi todo, pero no por diseño estratégico, sino por fallas en la maquinaria intermedia. Así, en el caso de un Presidente que queda expuesto a improvisar, eso es lo que erosiona la percepción de institucionalidad, porque las políticas se vuelven respuestas inmediatas sujetas al error del apuro y no proyectos planificados. Esto mismo es lo que le acaba de pasar a Milei.