La crisis en Japón desatada por el devastador terremoto del viernes ha recordado, sobre todo en Ucrania, la catástrofe de Chernobyl, el peor accidente atómico de la historia.
Cuando Igor Kostin vio las imágenes de la explosión en la planta de Fukushima I parecía tener ante los ojos la catástrofe de Chernobyl hace 25 años. "El hombre se ha atribuido el papel de Dios y juega con el fuego", dice el fotógrafo de Kiev. "Pero sólo cosecha horror".
El 26 de abril de 1986, Kostin captó con su cámara imágenes de trabajadores apartando escombros radiactivos con las manos descubiertas tras el grave accidente en la central atómica de la entonces Unión Soviética.
Muchos ucranianos recuerdan su propia incertidumbre en los días posteriores a la tragedia cuando ven ahora la actitud precavida y calculadora del Gobierno japonés. Chernobyl es vista como un parangón de la política soviética de ocultar hechos.
"Sabíamos que no nos decían la verdad, pero no lo podíamos probar", cuenta la ama de casa María Rajenko. El gobierno central de Moscú no había dicho en los días previos nada sobre la tragedia. De pronto se empezó sólo a enviar a los niños a campamentos de vacaciones y se pedía a los habitantes de la zona que bebieran vodka, con la indicación de que la potente bebida alcohólica era buena contra las enfermedades.
Las consecuencias de la tragedia se sienten hasta ahora en Ucrania. La radiación abarca numerosas áreas, sobre todo en la vecina Bielorrusia. Todo los años se desembolsan asimismo fuertes sumas de dinero para el "sarcófago" de cemento que recubre el reactor. Los planes para una nueva carcaza no han avanzado mucho hasta ahora.
La cúpula soviética envió luego a cientos de miles de especialistas a la zona alrededor de Chernobyl, muchos de ellos murieron o sufren secuelas por la radiactividad . El científico Ilgis Ishakov, entonces recién egresado de la universidad, se inscribió como voluntario para los trabajos y recolectó material radiactivo cerca al reactor.
Ishakov cree ahora que no se puede comparar lo de Fukushima con Chernobyl. "En Japón hay tecnología moderna y altos estándares de seguridad", comenta.
Otros de sus compatriotas lo ven sin embargo de otra manera. "Chernobyl nos enseñó que la vida sigue después de una explosión radiactiva", dice Piotr, a pocos kilómetros del reactor destruido.