FUKUSHIMA, Japón.- A los habitantes de los pueblos más cercanos a la central de Fukushima el tiempo se les ha agotado. Los altavoces piden a los vecinos que ya no intenten evacuarse; al contrario, que se se queden en sus casas, cierren las ventanas y escuchen las noticias.
La ciudad quedó desierta. El agua corriente no funciona desde hace cinco días. No se ve un alma en las calles, ni a pie ni en vehículos, puesto que tampoco queda gasolina. Ni los policías salen a patrullar y todos los comercios permanecen cerrados. Así lo informa hoy, desde allí, el corresponsal del diario "El Mundo", de España.
El miedo a una fuga masiva de radiactividad en la central nuclear de esta prefectura situada al este de Japón ha convertido a todas las localidades cercanas en lugares muertos, de los que muchos desearían huir. Pero no hay trenes. Y el recientemente reabierto aeropuerto está desbordado de pasajeros.
Un centenar de refugiados se reúne alrededor de un transistor de radio en el gimnasio de la escuela primaria Seimei de Fukushima, que también funciona como albergue, escuchando los últimos detalles sobre la carrera contrarreloj para rebajar la temperatura en los reactores. Los informes dan cuenta, además, de la dirección del viento, ya que la gente quiere saber hacia dónde viajaría una hipotética nube radiactiva.
"Hay que evitar sobre todo ser mojado por la lluvia", dice el locutor, según reproduce "El Mundo", precisamente en una mañana lluviosa. Se cree que el mal tiempo multiplica el daño en humanos. Temerosos, los últimos de Fukushima escuchan sus palabras. (Especial)