Arribó a Tucumán el miércoles 9 de noviembre (sí, como hoy), en el vuelo de las 16. Su espigada figura y sus rubios cabellos llamaron la atención de fanáticos y de curiosos, que se acercaron al hall de arribos del viejo aeropuerto "Benjamín Matienzo", en el parque 9 de Julio. Lucía traje claro, corbata llamativa y zapatos relucientes (y caros, tal su gusto refinado). Se prestó a firmar autógrafos y posó para las fotos (aunque no le gustaba que se las sacaran). Pero de hablar, ni hablemos.
Un día como hoy, de hace 40 años, la leyenda del ajedrez mundial, Robert James "Bobby" Fischer pisó por primera y única vez territorio tucumano. Vino a brindar una serie de simultáneas, frente a 20 jugadores tucumanos, dos de ellos juveniles y dos damas. El entonces moderno estado del club Caja Popular, en Bolívar 1.371, fue el sitio donde unas 1.500 personas siguieron extasiadas (como si fuera un partido de fútbol) los movimientos del ilustre visitante, en ese tiempo en preparación para la final del Campeonato del Mundo, prevista en abril de 1972, frente al ruso Boris Spassky.
Según la crónica de LA GACETA, Fischer permaneció en Tucumán cinco días, hasta el domingo 13. Incluso, en el cerro, pasó un sábado de retiro espiritual.
No escapó al cronista el carácter irascible e introvertido del ajedrecista. Como tampoco su talento. Y contó una perlita: "Bobby" demoró casi una hora y media su llegada al lugar de las partidas. ¿El motivo? Se negaba a efectuarlas si antes no se le liquidaban sus honorarios y arreglaban los gastos de la estadía. "Felizmente el buen criterio de autoridades oficiales y organizadores permitieron al público ver en acción al caprichoso 'Bobby'", se escribió. En el medio, la gente ya había empezado a mostrar su impaciencia.
El ingreso al estadio se produjo a las 22.25, en medio de una ovación. La voz del recitador Orlando Galante resonó en los cuatro costados del club Caja minutos después, para presentar, uno a uno, a los contendientes de Fischer.
Pasada la una de la madrugada, y luego de haber cedido ante José Rubinstein e Iván Rodríguez y de haber concertado tablas con José Pereyra (ver aparte), cerró su faena venciendo a Oscar Saleme y Franco Emilio Toppa. Fue entonces cuando el ajedrez tucumano terminó por entender que, por una noche, había tenido una cita con la historia grande.
Un día como hoy, de hace 40 años, la leyenda del ajedrez mundial, Robert James "Bobby" Fischer pisó por primera y única vez territorio tucumano. Vino a brindar una serie de simultáneas, frente a 20 jugadores tucumanos, dos de ellos juveniles y dos damas. El entonces moderno estado del club Caja Popular, en Bolívar 1.371, fue el sitio donde unas 1.500 personas siguieron extasiadas (como si fuera un partido de fútbol) los movimientos del ilustre visitante, en ese tiempo en preparación para la final del Campeonato del Mundo, prevista en abril de 1972, frente al ruso Boris Spassky.
Según la crónica de LA GACETA, Fischer permaneció en Tucumán cinco días, hasta el domingo 13. Incluso, en el cerro, pasó un sábado de retiro espiritual.
No escapó al cronista el carácter irascible e introvertido del ajedrecista. Como tampoco su talento. Y contó una perlita: "Bobby" demoró casi una hora y media su llegada al lugar de las partidas. ¿El motivo? Se negaba a efectuarlas si antes no se le liquidaban sus honorarios y arreglaban los gastos de la estadía. "Felizmente el buen criterio de autoridades oficiales y organizadores permitieron al público ver en acción al caprichoso 'Bobby'", se escribió. En el medio, la gente ya había empezado a mostrar su impaciencia.
El ingreso al estadio se produjo a las 22.25, en medio de una ovación. La voz del recitador Orlando Galante resonó en los cuatro costados del club Caja minutos después, para presentar, uno a uno, a los contendientes de Fischer.
Pasada la una de la madrugada, y luego de haber cedido ante José Rubinstein e Iván Rodríguez y de haber concertado tablas con José Pereyra (ver aparte), cerró su faena venciendo a Oscar Saleme y Franco Emilio Toppa. Fue entonces cuando el ajedrez tucumano terminó por entender que, por una noche, había tenido una cita con la historia grande.