Síntomas de sinceramientos en el camino para aceptar la realidad. Pero, nunca de manera explícita o desde una perspectiva autocrítica. En estos tiempos de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner hay asuntos y evidencias que han quedado excluidos de los mensajes, de las palabras oficiales, pese a que en más de un caso, aparece una preterintención en las actitudes que vienen a implicar prácticamente lo que se espera: una convalidación de las cosas, de las existencias de problemas. El diagnóstico que llega casi siempre a destiempo y de forma oblicua estaría exponiendo también que el Gobierno va detrás de la realidad, que viaja a marcha forzada para no perder el tren que, en un punto, ellos mismo se impusieron en un territorio en el que prácticamente se mueven a placer. Es que no encuentran obstáculos o competencias serias para confrontar su versión de la perspectiva. Con la oposicón, atomizada y huérfana de un liderazgo, el empresariado envuelto en contradicciones y temores y un sindicalismos sin un peso real en la sociedad, el oficialismo construye y controla la comunicación y el ritmo de la polítca y de la economía. Así, hablan mucho de la economía nominal y han excluido prácticamente del vocabulario a la economía real y son muy pocos los que se animan a contradecirlos, salvo los bolsillos de los consumidores, la economía hogareña, la ilusión de un plan de gastos personales.
Va en esa línea el anuncio con bombos y platillos de un aumento del 26% de la asignación universal. Qué es esto sino reconocer, con el método elusivo y contradictorio que viene sosteniendo -claro- que las mediciones de la inflación no son ni por asomo la que viene realizando el Indec. ¡Sí! con este anuncio, la Presidenta de la Nación viene a dar verosimilitud que este incremento sigue a los valores del costo de vida que calculan la mayoría de las consultoras e instituciones de Defensa del Consumidor. Y también está en línea con la convalidación de las paritarias que realiza el Ministerio de Trabajo, luego de las discusiones salariales que la mayoría de los sectores pactó con las patronales en torno al 25 %. Estos hechos incontrastables de la realidad implican también un aterrizaje forzoso de las previsiones y el rumbo del modelo, pese a los aplausos y sonrisas de la propia presidenta y de sus auditorios. La pérdida del poder adquisitivo de los asalariados -además de todos los trastornos que genera en empresas, proyectos e inversiones- como efecto de una escalada de la inflación que según la mayoría de los expertos doblará el 30% anual, es una evidencia superlativa. Este ciclo económico mantiene todavía su fuego -en gran medida por el alto del precio de la soja y del repunte de Brasil-, pero el movimiento del mercado interno argentino y la evolución de su economía han dado muestras de una fuerte caída en lo que podría ser señales de agotamiento del rumbo. Son otras evidencias de que el Gobierno no asume. Sin margen para equivocarse, la necesidad del sentido común para evaluar las cosas y la grandeza para reconocer los problemas, son atributos y valores que se extrañan. Peor sería olvidarse de la enseñanza de Perón cuando dijo que la única verdad es la realidad.... LA GACETA ©