Generalmente, el tiempo termina siendo enemigo de aquellos cuyo plan de juego se ejecuta a partir de la especulación. El que no arriesga no gana, eso está claro. Pero, cómo explicar, entonces, que Merlo era el ganador de un partido en el que Atlético había hecho el gasto -equivocándose en el camino a seguir a veces- y merecía ser el dueño de tres puntos de oro. Su cotización ascendía a tanto debido al pasado reciente. Esas tres pardas, sumadas al traspié en Rosario daban una renta negativa: tres puntos de 12, una miseria. Ni hablar de tres de 15. Una locura.
El fútbol a veces termina siendo lastimoso, porque castiga a quien no debe o hace pecar a quien sí debe. En este juego de palabras, el perdedor era el "decano", dueño de la mayoría de las acciones bonitas del partido. Le faltaba lo más importante: romper el cero y a Giordano, que atajó poco y voló mucho.
El "decano" abusó -y mal- de la media distancia, ya que Merlo hacía como la chica coqueta. Histeriqueaba ante un pretendiente con serias intenciones de romance.
Para colmo, Merlo entró a dominar el partido en la marquesina. Sí, leyó bien. El visitante, que había hecho todo para cuidar el empate, supo congraciar una buena contra en la debilidad de reflejos de Lucchetti y en un torpe cierre de los dueños del carril zurdo. Vino un centro cruzado, Pajón lo tomó antes que More, se abrió utilizando de pantalla a su amigo Blanco Leschuk y durmió la estirada de manos de "Laucha" con un tiro abierto a la red. Gol.
De ahí en adelante, el "Charro" tomó coraje y se animó un poco más. Se agazapó aguardando el error del anfitrión. Y estos aparecieron por docena, aunque ninguno de ellos terminó en grito sagrado. Y si a este equipo que había fallado con fútbol le das una vida, te la hace pagar. Así llegó la guapeada y el fusilamiento de Dutari en un rebote y el golazo de "Pulguita", después de una pared y un gran gesto técnico en conjunto con "Demonio" Méndez. En el último suspiro, y con el corazón en la boca, Atlético ganó. Lo merecía.