El paisaje era el mismo durante el recorrido que hizo LA GACETA por el barrio Néstor Kirchner: casillas destrozadas a ambos lados. Los rostros, iguales: desazón por la pérdida material. Pero una carita era diferente. Quizás sentía lo mismo que los demás, pero ella ya conoce las privaciones desde pequeña y se la veía tranquila. Entre las familias que reconstruían sus casas estaba Barbarita Flores.
Ya no es una niña. De hecho, ha cumplido meses atrás los 18 años. Por su timidez, evita hablar y continúa mirando su casilla destrozada por la tormenta del sábado. Allí vivía con uno de sus ocho hermanos y su cuñada. Su papá, Samuel, trataba de poner en pie ese precario hogar que hace unos meses construyó para sus hijos.
"No podíamos vivir todos en el barrio ATE, donde nacieron. Así que decidí darles un hogar. Ya son jóvenes y tienen la vida por delante. Pero el sábado se volaron las chapas de la casilla de Barbarita y hoy a la madrugada (por ayer) se desprendió el techo de la casa de mi otra hija, que está embarazada. Vine a arreglar las cosas", relató Samuel, que trabaja en el bar del Ministerio de Gobierno.
Él resaltó que ya nada lo conmueve. "Estamos acostumbrados a la miseria, a esto. Soy empleado público, agradezco de corazón ese trabajo que me dieron. Pero tengo que ayudar a mis ocho hijos, que no tienen trabajo. Es dura la vida para nosotros", reflexionó. Carmen, su mujer, contó que ya han solicitado unas casillas al Gobierno, pero aún esperan la adjudicación.
Con pocas palabras, Barbarita recordó lo que le pasó el sábado: "fue feo ver como se volaba todo. Yo estaba tranquila en mi nuevo hogar, pero... Ahora volví a la casa familiar, hasta que mi papá pueda acomodar todo aquí. Mientras, voy a buscar trabajo. Los veo a ellos dos -por sus padres- que andan rebuscándoselas porque no les alcanza. Por eso quiero ayudar".