A esta altura nadie en el mundo duda que si Juan Martín Del Potro juega como lo hizo ante el serbio Janko Tipsarevic, todo es posible para él. Sus sueños, sus aspiraciones, su proyección. Hasta sus límites parecen desaparecer de tan difusos que se tornan. Cuando supera a su rival puede someterlo con una llamativa facilidad, como si fuera lo más natural del mundo.
Ayer con la victoria por 6-0 y 6-4 ante Tipsarevic, una vez más detrás del servicio formaron fila, obedientes, el resto de sus virtudes. Y desde ese tantas veces repetido orden establecido, las incógnitas del partido tuvieron una única dirección. Valga una estadística para refrendar lo dicho: sacó ocho veces, perdió solo nueve puntos con su saque, y apenas cuatro de ellos cuando jugó con el primero.
Consciente de su imperiosa necesidad de triunfo, copó la escena londinense, con una postura dominante, exhibiendo plena confianza desde el primer momento y sosteniendo la intensidad y la concentración necesarias.
La víctima fue el nueve del mundo; la de mañana puede ser una presa mucho más dulce. Claro, si hasta el propio Roger Federer sabe que no es inmune al poder de Del Potro, más allá de todos los antídotos tenísticos que tiene a la mano el mejor de todos los tiempos.
Si Del Potro le gana a Federer, ya clasificado, obtendrá el otro puesto como semifinalista. Incluso si le gana por dos sets, clasificará primero.
En caso que Federer le gane a Del Potro, el tandilense deberá esperar que Tipsarevic, ya eliminado, derrote al español David Ferrer.
Si Del Potro pierde contra Federer y Ferrer supera a Tipsarevic, el español será quien acompañe al suizo a semifinales por el Grupo B.