Hay una gran diferencia sobre cómo pueden financiarse el Estado nacional y las provincias. Los gobernadores deben apelar al aumento de los impuestos porque, a muchos de ellos, el mercado no le cree y, por lo tanto, no les presta plata. Otros creen que no hay forma de aplicar ajustes porque más de la mitad del gasto es destinado a salarios. En cambio, la Casa Rosada le pide dinero a algunos organismos para cubrir sus necesidades financieras y, además, tiene el ancho de espada: puede emitir moneda. Es lo que hemos visto en los últimos años, que ha llevado a un incremento de más del 30% del circulante. Así, se federalizó el ajuste pero no la emisión; un mal menor. De otro modo, las cuasimonedas hubieran inundado Tucumán.

La presidenta Cristina Fernández reclamó ayer a los gobernadores e intendentes que no incrementen con fuerza los impuestos y las tasas, como tampoco las tarifas por el impacto económico negativo para el país. Sin embargo, la lectura política es otra: tanta presión le cambiará el humor al electorado y, por ende, la intención del voto en un año de comicios parlamentarios. José Alperovich mira para un costado; no se siente aludido. Hace un semestre, el gobernador de Tucumán subió las alícuotas de Ingresos Brutos que le reportan la friolera de $ 420 millones anuales al fisco. También subió un 25% el Inmobiliario y hasta autorizó un aumento del 24% en la tarifa del agua y de un 25% en el de la luz por mayores costos. Ahora dice que no subirá los impuestos. Así, decidió pagar el costo político de sus impopulares medidas en cómodas cuotas.