La historia de la orden jesuita en el actual territorio argentino se remonta a 1585, casi medio siglo después de su fundación. En noviembre de ese año llegaron al país, desde el Perú, dos sacerdotes de la Compañía de Jesús que fueron recibidos en Santiago del Estero por el obispo del antiguo Tucumán, fray Francisco de Vitoria. Desde muy temprano se puso en evidencia su misión evangelizadora, sobre todo en la zona nororiental del país.
El anuncio del Evangelio, la práctica de la espiritualidad y las obras educativas fueron las principales bases de la presencia jesuítica hasta abril de 1767, cuando la orden fue expulsada de todos los territorios de la Corona española mediante una sanción del rey Carlos III. Los gobiernos ilustrados de Europa del siglo XVII veían en la Compañía de Jesús una amenaza por su poder financiero, su influjo político, su actividad intelectual y su defensa incondicional del papado. Tras la supresión y posterior restauración de la orden, los jesuitas regresaron al país en agosto de 1836, es decir, 20 años después de nuestra independencia.
Un siglo de exilios
"El siglo XIX, en mayor medida quizás que el XVIII, fue un siglo de exilios y hasta de mártires. La Compañía de Jesús conoció al menos unas 70 veces el ostracismo entre las naciones europeas y americanas. A pesar de la inestable situación política (en Argentina), los jesuitas se dedicaron con ahínco a la educación y a las misiones populares", describe la página oficial de la Orden.
En aquellos primeros años tras el regreso a nuestro país, el campo de acción de la compañía fue Buenos Aires y sus alrededores. En 1843, sin embargo, un decreto les ordenó la secularización o, como alternativa, la expulsión de esa provincia. Continuaron trabajando entonces en Córdoba, donde quedó el noviciado de la misión, y se establecieron luego en La Rioja, Catamarca, San Juan, Mendoza y Salta. En 1859 fueron también expulsados de Montevideo, donde habían encontrado refugio.
Pese a estas persecuciones, emprendieron obras de gran impacto apostólico y cultural: la construcción del Colegio de la Inmaculada Comunidad, en Santa Fe, y del Colegio del Salvador, en Buenos Aires, figuran entre las realizaciones más importantes de ese período. Más adelante, la Universidad Católica de Córdoba, fundada en 1956, sería la primera casa de estudios privada del país y la única confiada a la Compañía de Jesús.
Entre los logros que se atribuyen figuran la predicación de los misioneros y su preocupación por aprender y valorar la lengua indígena; el esfuerzo por mejorar la vida de los nuevos creyentes en las Reducciones; y el valor cultural y social de las estancias jesuíticas tanto para quienes las habitaban como para los que podían estudiar gracias a ellas.