ROMA, Italia.- Domingo a las 8 de la mañana. Las estaciones de subterráneo deberían haber sido un desierto. Pero no. Había que hacer colas para subir a los trenes y, en algunos casos, dejar pasar una formación porque ya no quedaba espacio en los vagones. Esta mañana, la línea A del metro de Roma trabajaba al ritmo de cualquier día de semana en horario pico. El destino de casi todos los pasajeros era el mismo: la estación Ottaviano, la más cercana a la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
Entrar a la explanada de la basílica tampoco fue tarea fácil; hubo que hacer colas desordenadas para pasar por los scanners donde controlaban que los asistentes no llevaran elementos peligrosos. Muchos tuvieron que dejar banderas y carteles porque los llevaban sostenidos por hierros o maderas, elementos prohibidos por el operativo de seguridad. Además, una hora antes del rezo del Angelus, la plaza ya estaba llena y miles de personas se quedaron afuera.
En cuanto terminó la oración, fue tal la cantidad de personas que invadió la estación del metro Ottaviano, que directamente se liberó el acceso y los pasajeros pudieron viajar gratis. No hay dudas, Roma se ha rendido a los pies de Francisco. Y lo ha demostrado sacudiéndose la modorra de domingo invernal por la mañana para ir a aplaudirlo. LA GACETA