Por Magena Valentié
17 Marzo 2013
PARTE DE LA HISTORIA. En Membrillar 531, dicen, vivió Jorge Bergoglio hasta los 14 años. LA GACETA / FOTOS DE MAGENA VALETIE (ENVIADA ESPECIAL)
Trinnnn... Silencio. Trinnnn.... "No, mire, no insista. Ya no le abren a nadie", aconseja Marta, una vecina de Membrilllar 531, la casa donde vivió el Papa Francisco hasta los 14 años, según dicen. "Además ya no es la misma casa, todo el frente es nuevo, y ya no son los mismos dueños", desalienta. Sus razones tiene para intentar diluir el interés del periodismo, que se instaló en el barrio porteño de Flores, más precisamente en la vereda del frente de la vivienda de dos plantas donde pasó su infancia Jorge Mario Bergoglio. No sólo hay trabajadores de prensa,... a cada rato estaciona algún auto con dos o tres que preguntan desde la ventanilla "¿esta es la casa del Papa?" y rápido se bajan munidos con sus cámaras de fotos o sus celulares. "A ver... sonreí....".
"¡Ay, qué felicidad nos dio monseñor Bergoglio! Siempre voy a la parroquia de Lourdes, y me acuerdo los sofocones que le hacía pasar al padre cuando el cardenal visitaba la iglesia sin avisar; él no mandaba a otros sacerdotes, sino que venía él mismo, humildemente,como es él. El padre me decía: no nos da tiempo ni a recibirlo con unos bizcochitos", cuenta entre risas Susana Huarte que vive hace 30 años en el barrio, a unas ocho cuadras de la casa del Papa Francisco.
En la vereda, los cables de los camarógrafos se enredan unos con otros sobre las baldosas rotas, que no son de la ex vivienda del Papa sino del frente. Hay gente entrevistándose por todos lados. Terminan con un medio y siguen con el otro, muy felices de ser requeridos por la prensa nacional e internacional.
Hay quienes como Ana María Speranza, previsora, ha llevado un poster desplegable del Papa. Los fotógrafos, agradecidos.
Los vecinos de la cuadra, en cambio, parecen bastante cansados del movimiento permanente. No quieren más entrevistas ni fotos. "En la esquina hay una señora que lo conoció de chico a Bergoglio. Se llama Antonia, díganle que va de parte de Marta", la "entrega" una señora apenas logra salir de su domicilio. Desde la ventana de la casa de Marta asoma una empleada: "la señora tiene 97 años y está en cama".
"Yo soy catequista aquí en Flores", dice Ana Margarita. "El padre siempre nos visitaba en la parroquia de San José de Flores. Venía en colectivo, me acuerdo ...No era de los que decían la misa y se van... no.... se quedaba a conversar con los fieles", recuerda. "Termina la entrevista con LA GACETA y le hace señas a una periodista italiana que ya tiene la cámara preparada para entrevistarla.
Mientras tanto, los franceses Emmanuel Dupond y Ekin Ercan luchan con el castellano para hacerse entender. Solidario, un periodista porteño oficia de intérprete con la gente. "Es la primera vez que venimos a la patria del Papa", dice el camarógrafo que apenas adivina el sentido de cada frase. Su compañero, nada. "Este papa trae un cambio muy grande para la Iglesia al hablar de los pobres, y además es más ameno como son los argentinos .." , opina con una sonrisa el periodista del canal belga Belgium TV RTL.
A la vuelta, por Espartaco al 500, una mujer de más de 80 años, Marta, abre la puerta. "¡No, no ... yo ya no doy más entrevistas. Periodistas brasileños me preguntaron de todo y me hicieron decir cualquier cosa. Sólo te puedo decir que de chica éramos amigos con monseñor Bergoglio porque éramos del barrio, y que es una gran persona. Nada más".
El movimiento es incesante. Gente muy contenta se saca fotos frente a la casa, mira hacia arriba, señala y conversa. Los habitantes de Flores, en cambio entran y salen rápido de sus casas. En algo se parecen a su antiguo vecino; están contentos, pero no les gusta mucho la fama.
"¡Ay, qué felicidad nos dio monseñor Bergoglio! Siempre voy a la parroquia de Lourdes, y me acuerdo los sofocones que le hacía pasar al padre cuando el cardenal visitaba la iglesia sin avisar; él no mandaba a otros sacerdotes, sino que venía él mismo, humildemente,como es él. El padre me decía: no nos da tiempo ni a recibirlo con unos bizcochitos", cuenta entre risas Susana Huarte que vive hace 30 años en el barrio, a unas ocho cuadras de la casa del Papa Francisco.
En la vereda, los cables de los camarógrafos se enredan unos con otros sobre las baldosas rotas, que no son de la ex vivienda del Papa sino del frente. Hay gente entrevistándose por todos lados. Terminan con un medio y siguen con el otro, muy felices de ser requeridos por la prensa nacional e internacional.
Hay quienes como Ana María Speranza, previsora, ha llevado un poster desplegable del Papa. Los fotógrafos, agradecidos.
Los vecinos de la cuadra, en cambio, parecen bastante cansados del movimiento permanente. No quieren más entrevistas ni fotos. "En la esquina hay una señora que lo conoció de chico a Bergoglio. Se llama Antonia, díganle que va de parte de Marta", la "entrega" una señora apenas logra salir de su domicilio. Desde la ventana de la casa de Marta asoma una empleada: "la señora tiene 97 años y está en cama".
"Yo soy catequista aquí en Flores", dice Ana Margarita. "El padre siempre nos visitaba en la parroquia de San José de Flores. Venía en colectivo, me acuerdo ...No era de los que decían la misa y se van... no.... se quedaba a conversar con los fieles", recuerda. "Termina la entrevista con LA GACETA y le hace señas a una periodista italiana que ya tiene la cámara preparada para entrevistarla.
Mientras tanto, los franceses Emmanuel Dupond y Ekin Ercan luchan con el castellano para hacerse entender. Solidario, un periodista porteño oficia de intérprete con la gente. "Es la primera vez que venimos a la patria del Papa", dice el camarógrafo que apenas adivina el sentido de cada frase. Su compañero, nada. "Este papa trae un cambio muy grande para la Iglesia al hablar de los pobres, y además es más ameno como son los argentinos .." , opina con una sonrisa el periodista del canal belga Belgium TV RTL.
A la vuelta, por Espartaco al 500, una mujer de más de 80 años, Marta, abre la puerta. "¡No, no ... yo ya no doy más entrevistas. Periodistas brasileños me preguntaron de todo y me hicieron decir cualquier cosa. Sólo te puedo decir que de chica éramos amigos con monseñor Bergoglio porque éramos del barrio, y que es una gran persona. Nada más".
El movimiento es incesante. Gente muy contenta se saca fotos frente a la casa, mira hacia arriba, señala y conversa. Los habitantes de Flores, en cambio entran y salen rápido de sus casas. En algo se parecen a su antiguo vecino; están contentos, pero no les gusta mucho la fama.
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