Dos historias conviven en la novela La furia de Evita. Una de ellas narra los orígenes de Evita, y la otra el fastuoso viaje que realizó a España, donde fue aclamada como ninguna primera dama en la historia europea. Se dice que el sufrimiento hace a las personas santas o resentidas, aunque ese decir maniqueo no concibe que ambos sentires pueden convivir en el alma de una mujer.

Los mitos se escriben y se reescriben en el tiempo, como si hubiese una necesidad de entender por qué habitan en el corazón del pueblo. Y una novela es quizás un intento de explicación. Marcos Aguinis se instala en la piel de Evita y cuenta desde allí una serie de sucesos, ficticios o históricos, como la violación que sufre Eva a los trece años, la falsificación de su partida de nacimiento, de su lugar y año de origen, del nombre María, de la inclusión de su apellido Duarte, y hasta de su madre, que aparecía como la esposa legítima de don Juan Duarte. Todo en ella es un intento por falsificar su pasado, incluso su paso por el cine o las tristes apariciones como actriz teatral. La imagen de Evita en la novela es la de una muchacha sin dotes intelectuales y sin siquiera deseos de aprender, como si la necesidad de triunfar no admitiera pérdida de tiempo o como si la muerte le pisara los talones. No hay conocimiento sin muerte, ni resurrección sin pasaje a la ultratumba. Querer borrar de un plumazo el pasado es como pretender quitarse las arrugas; tarde o temprano ellas nos hablarán del paso del tiempo.

El novelista construye una identidad de mujer que sufre la sexualidad, como sucede con toda mujer que fue violada o que prestó su cuerpo para escalar posiciones en sus sueños de estrella. La pregunta es con quién se relaciona esa mujer sino es con un hombre que actúa en el exterior todas las imposibilidades que oculta en la cama. El cáncer ataca en ella un órgano corporal lleno de preguntas y falto de respuestas.

Desde la muerte

Evita narra su historia desde la muerte, que sin lugar a dudas es el sitio de mayor libertad para un novelista. Lo hace desde el melodrama típico de la época. Desde esa mirada, recuerda que su casamiento y su muerte, dos hechos sagrados, se suscitan a la misma hora: 20.25. Los periódicos lo consignan así, aunque en rigor de verdad jamás sabremos la verdadera hora de los acontecimientos. Otra de las curiosidades que muestra la novela es el encuentro casual de Eva con Roberto Arlt. Se produce cuando ella era joven y peregrinaba por Buenos Aires, muerta de hambre y buscando trabajo. Arlt sabía algo del hambre y no dudó en convidarla. En ese encuentro, ambos intuyen la muerte; él morirá poco tiempo después.

Se trata de una novela narrada con una pluma que se desliza cómodamente para ser leída de un tirón. Avanza con la historia argentina mostrando las simpatías de Perón por el fascismo, su relación con los nazis, los negocios con Ludwig Freude, personaje que sostenía a los nazis y que le facilitó a Perón una casa en el Delta para esconderse.

Desde el imperio romano en adelante, la historia refleja que con la decadencia moral comienza la destrucción de los gobiernos, y la "jefa espiritual", de alguna manera lo muestra desde el más allá: "En el testamento legué alhajas y bienes a Perón y el pueblo para la construcción de viviendas. No se construyeron esas viviendas porque regían la arbitrariedad, el descontrol administrativo...". Así pues, la novela pretende ser una alerta del presente observado desde la conciencia de un escritor, fiel a los parámetros y valores de la clase media argentina.

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Marcos Rosenzvaig