Cinco puntos. Nada más. Nada menos. Eso es lo que desvela al oficialismo. La diferencia de hacer una buena elección, si ese margen de error es al alza; o si, por el contrario, significa un replanteo de estrategia, si es que aquellos cinco puntos porcentuales son inferiores a los previstos inicialmente. Y las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de este domingo serán una forma de auscultar el humor social. José Alperovich debe dar otra muestra de fidelidad hacia la Casa Rosada. Por eso es que le inquietan las estadísticas. Porque en Buenos Aires mirarán con lupa el resultado para saber si realmente ganó el oficialismo. Los sondeos proyectan que una buena perfomance es imponerse por encima de los 40 puntos porcentuales. Y que ese guarismo debe ser más que el doble con el que se pretende derrotar a la alianza que encabeza el radical José Cano.
En las elecciones de medio turno, "la gente suele castigar al gobernante", confiesa un funcionario con más de un comicio sobre su espalda. No obstante, aclara, los comicios generales dejan más margen para la victoria. La del domingo, no es una elección cualquiera. Por primera vez en una década, la gestión de Alperovich llega con la guardia medio baja.
La virulencia de la campaña no es un buen síntoma de que las cosas están del todo bien. Ni de un lado, ni del otro. En ambos frentes, oficialismo y oposición, hay demasiado nerviosismo. En uno, por el hecho de no querer perder terreno; ceder poder para los dos años que se vienen. En el otro sector, la oposición, hay ansiedad porque sus referentes creen que hay posibilidades de dar la estocada, pero también de que el oficialismo mine las alianzas, con el fin de debilitarlas y que lleguen a octubre con un mayor nivel de fragmentación. En el caos, siempre ha ganado el oficialismo.
Pero es extraña la situación. No hay complicaciones financieras serias que pongan en riesgo el rumbo político y económico de la gestión. Tampoco hay internas partidarias que conspiren contra el millonario aparato de la Casa de Gobierno. Casi todos los días, Alperovich reúne a referentes territoriales y punteros de circuitos electorales para aceitar la máquina oficialista. Ellos le prometen fidelidad. Sin embargo, hay factores exógenos que han desequilibrado al poder de una década. Y ha causado conmoción. Es lo que el gobernador llama los embates de la prensa sobre su vida privada. En los tiempos electorales todo suele potenciarse. Y hay que estar preparados para eso.
Cinco son los días que faltan para consolidar o cambiar el rumbo de la campaña. Y, tal parece, que a la estructura que está dispuesta a montar $ 20 millones para ganar el domingo le faltaran cinco para el peso. La inversión electoral no se quedará en eso. Tal vez disponga de $ 15 millones más para la contienda de octubre, la que determinará si la presidenta Cristina Fernández tendrá dos años de tranquilidad política hasta el final de su mandato o si la sociedad le da la espalda y obliga a un replanteo de situación. El gobernador le ha prometido a la jefa de Estado su total acompañamiento. Y no debe perder banca alguna. El Congreso siempre ha sido la caja de resonancia de las quejas políticas. Hoy está copado por el oficialismo, debido a la fuerza de los números.
Alperovich se juega mucho. No tener autonomía política y financiera tiene su costo, a la larga o a la corta. El juego de las alianzas le obliga a ganar. No hay otro resultado que valga. Por eso, también, la intranquilidad previa a las PASO. El lunes, puede que Cristina sepa con qué jugadores contará para octubre. Del mismo modo, Alperovich pondrá a pruebas a sus punteros políticos. De eso se trata, de una primaria que vaticina la batalla de octubre.