Tienen curiosidad. Y no creen que haya drogas que sean "tan malas" para ellos. Por eso, prueban. Y se arriesgan "sólo para ver qué se siente". Así es como los jóvenes ingresan al mundo de los estimulantes y los tranquilizantes. Después del alcohol y del tabaco, las pastillas son las sustancias de mayor prevalencia entre los jóvenes, destaca Luis Carbonetti, jefe del Servicio de Prevención y Asistencia de las Adicciones del Siprosa.
Mucho afecta en esta percepción, según Carbonetti, que los psicofármacos se encuentren dentro de las sustancias legales. Sin embargo, aclara que tienen un alto poder de dependencia, tanto o más que cualquier otra droga ilegal.
El profesional se mostró preocupado -aunque no sorprendido- por el caso ocurrido la semana pasada en la escuela Normal, donde un grupo de chicas consumió tranquilizantes (alprazolam) y una de ellas se descompuso en el baño.
"Sería bueno que la escuela pudiera poner esta problemática en debate. Hay que sacarle la cuestión moral y la estigmatización que genera el consumo de sustancias para que los chicos se abran y hablen con sinceridad. Es necesario empezar a debatir sobre estos temas; los establecimientos educativos son lugares muy importantes para hacer prevención", sugirió.
También estuvo atento a la opinión de los alumnos de la Normal, que en nuestra edición de ayer remarcaron: "se nos ofrecen todo tipo de sustancias, en cualquier parte".
Carbonetti sostiene que cada vez es más alto el interés de los adolescentes por probar las drogas y mezclarlas. La disminución en la percepción de riesgo que tienen los jóvenes sobre las pastillas quedó patente en la última encuesta que realizó la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), cuyos resultados se difundieron a fines del año pasado.
El estudio, que en Tucumán involucró a unos 65.000 adolescentes, tuvo resultados significativos: casi el 70% de los estudiantes no considera que sea muy peligroso el consumo experimental y ocasional de tranquilizantes.
Las dos conductas en las que ellos perciben menos peligro son tomar bebidas alcohólicas alguna vez (sólo el 8% lo considera de gran riesgo) y probar estimulantes una o dos veces (el 16% cree que eso les ocasionaría daños).
Los psicofármacos, por otro lado, son las sustancias con las que más tempranamente se inicia el consumo entre los adolescentes. Empiezan a tomar estimulantes (sin prescripción médica) a los 13 años, según el informe, mientras que la marihuana y la cocaína aparecen después de los 15 años.
¿Qué pasa en el fondo?
"El consumo creciente de psicofármacos está ligado a que la facilidad para acceder a estas sustancias", expresó Carbonetti. Y enseguida habló de los que él cree que en gran parte son los responsables de esa situación: "hay una excesiva prescripción de psicofármacos por distintas patologías. Por ejemplo, si un paciente le dice a su médico que tiene angustia enseguida le indican un psicofármaco en vez de derivarlo a un profesional de la salud. Los psiquiatras usamos pastillas para tratar trastornos muy específicos y por un tiempo corto, determinado. En cambio, hay médicos que los recetan sin control y generan pacientes que se vuelven adictos a estos remedios", indicó.
El experto usó estas palabras para describir cómo fue que los ansiolíticos entraron a los hogares y quedaron al alcance de los adolescente. "Ya no debe existir una casa en la que no haya de estas pastillas", remarcó.
No le temen
En el imaginario de los adolescentes, el consumo de psicofármacos está más relacionado a una búsqueda de placer y diversión, y la percepción de riesgo y la información sobre el daño que producen queda en un segundo lugar, sostiene el especialista.
"En las consultas que llegan al Siprosa, se ve claramente el consumo de pastillas mezcladas con alcohol. Muchas veces, no saben que altas dosis de alcohol combinadas con ansiolíticos hacen que se potencien los efectos depreserores de ambas sustancias sobre el sistema nervioso central, lo cual pone en riesgo de perder la vida a la persona", alertó el profesional.
"Primero se naturalizó el consumo de la marihuana. Ya nadie piensa que está mal fumar un porro. Ahora, está pasando lo mismo con las pastillas. Los adolescentes no creen que les pueda hacer mal, no tienen un registro real de las consecuencias fìsicas que les puede ocasionar la ingesta de psicofármacos mezclados con alcohol", agrega Viviana Juárez, de Ariadna, una ONG que desde hace más de 20 años trabaja en la problemática de las adicciones en la provincia.