Francisco tuitea y sus reflexiones inundan el entorno digital. Pero Francisco también escribe, y envía cartas a figuras de la política y la sociedad tanto como a amigos, conocidos y ciudadanos de “carne y hueso”. Esa actividad epistolar intensa quedó expuesta al principio mismo de su papado. Desde entonces, no falta trabajo a los carteros argentinos y de El Vaticano.

Detrás de cada misiva entregada a su destinatario por lo general hubo una historia digna de ser conocida y una alegría insuperable. Este fue el caso del mensaje que Francisco envió a Alfredo Zecca, arzobispo de Tucumán, tan sólo cinco días después de asumir como Pontífice. “Te agradezco vivamente que reces por mí. Por favor, continúa haciéndolo y pide a otros que se unan a esta iniciativa, pues grande es mi necesidad en la hora presente”, escribió el remitente. Días después, el cartero tocó a la puerta del escritor Carlos Duguech, en este caso para entregar una esquela en agradecimiento por el envío del libro “Palabra compartida”. Luego, el cartero dejó otra carta en el domicilio de los abogados tucumanos Dante Aldo Sarmiento y Luis Gonzalo Britos. En este caso, la nota fue remitida por monseñor Peter B. Wells, asesor de la Secretaría del Estado de El Vaticano.

El hábito de escribir de Bergoglio no empezó con su llegada a Roma. Antes de ello ya era un cultor de la correspondencia, como demuestra la colección de cartas manuscritas que atesora Norma Contreras, casera de las Ruinas de Lules.