La idea que yo pienso como ordenadora es la del desarrollo. Hoy tenemos las condiciones para proponérnoslo.
Contamos con lo más importante: la materia gris, que es el empuje de nuestro pueblo, y las materias primas, que son la fuerza de la naturaleza.
Desde 2003, junto a la reconstrucción de capacidades estatales, destinamos una gran cantidad de recursos para atender a urgentes y profundas demandas sociales.
Ahora, sin descuidar estos cimientos, es necesario apuntar a mejorar la eficiencia y la calidad en la oferta de bienes y servicios.
Tenemos que cuidar los logros conseguidos, corregir lo que haya que corregir, y desde allí proyectarnos hacia el futuro.
Junto al sector público, y de la mano de la inversión privada, - que es la que da sustentabilidad al crecimiento-, estimo que en los próximos 10 años necesitaremos inversiones de por lo menos unos 225 mil millones de dólares.
Esto no lo podrá hacer sólo el Estado, y por ello tendremos que incentivar modalidades de asociación público-privadas, que es lo que estamos haciendo hace tiempo en la provincia de Buenos Aires.
Por más autónomo y regional que sea nuestro proyecto de desarrollo, gran parte de su poder constructor de empleo y reindustrializador necesitará del ingreso de divisas tanto como de su ahorro.
Exploremos nuevas formas para seguir aumentando la productividad. Hagámoslo con un criterio respetuoso de la naturaleza y, como dice el Papa Francisco, cuidando la dignidad de las personas, especialmente de los jóvenes.
El balance social también debe dar buenos resultados.
Venimos recuperando en todo el país un nuevo concepto de ciudadanía social.
Es la respuesta que, con mucho esfuerzo y a partir de nuevas instituciones, damos a una pregunta fundamental: ¿Qué significa vivir seguros?
Frente a las preocupaciones y la sensación de riesgos, el remedio pasa por desarrollarnos y engrandecer lo que tenemos en común. De esta manera, las preocupaciones más profundas tenderán a reducirse, el país a integrarse más y las provincias a desplegar todo su potencial.
Frente a incertidumbres, la responsabilidad de quienes tenemos el orgullo de ser representantes del pueblo argentino fue y sigue siendo la de construir certezas, es decir, seguridades.
Por un lado, seguridad social. Es decir, la seguridad de ser bien curados, educados, protegidos, de vivir en un ambiente sano, de ser incluidos a partir de un empleo digno y formal en nuestra juventud y madurez y atendidos una vez que ya cumplimos una edad en la que tenemos el derecho a no tener que trabajar y a la solución de los problemas de violencia que el Papa Francisco retrata bien en su agenda social.
Por el otro, seguridad civil. Que es tener nuevos derechos, acceder a más y mejores mecanismos de representación, a procedimientos más participativos y transparentes en la administración de justicia, y ser protegidos por las leyes en un estado democrático de Derecho.
Una parte central de esta dimensión es combatir y erradicar el crimen organizado en todas sus formas y especialmente el tráfico de drogas.
La guerra contra el narcotráfico fue, es y será un eje central. De la mano de esta peste viene el tráfico y la trata de personas, la violencia y toda clase de delitos.
Vemos en distintos países del mundo lo que ocurre cuando son invadidos por estas organizaciones criminales.
Se apoderan primero de los territorios, luego de las economías locales y después de sacrificar a miles de jóvenes en una espiral de violencia y adicciones, terminan controlando las propias instituciones del Estado.
Esos son nuestros enemigos. Contra esos delitos luchamos. Ahí tiene que estar puesta nuestra energía.
A la vez, es necesario fortalecer la prevención, ocupándonos de asistir al adicto y promoviendo desde la educación, la cultura y el deporte alternativas saludables al falso paraíso de las drogas.
Para acercar más la justicia a la gente y la gente a la justicia, en la provincia de Buenos Aires estamos implementando algo que la Constitución ordenaba desde 1853 y que nunca se había cumplido: el juicio por jurados.
Es un mecanismo que da transparencia y exige gran responsabilidad en la administración de justicia. Es importantísimo.
Estas seguridades, sociales y civiles, son las que refuerzan la legitimidad de la política en una democracia.
Son seguridades que suponen la inclusión pero la trascienden. Y lo que se construye a partir de la inclusión y el crecimiento es el nuevo nombre de la justicia social en el S.XXI: el desarrollo.
Así, con estas seguridades sociales y civiles, vencemos el vacío espiritual y fortalecemos los lazos familiares y comunitarios.
Acompañé desde la vicepresidencia a Néstor Kirchner cuando lideró la salida de la Argentina de una de sus crisis más difíciles.
Se tomaron decisiones enérgicas para revertir ese rumbo. Cuidemos lo conseguido. Continuemos con los cambios que las asignaturas pendientes exijan.
Alcanzamos nuevos derechos y nuevas responsabilidades. Afiancemos el cumplimiento de la ley, la convivencia y la seguridad ciudadana.
Mejoramos los indicadores básicos. Promovamos hábitos de vida saludables, lejos de las drogas y otras adicciones.
La expectativa de vida al nacer es uno de los nuevos indicadores de desarrollo humano: sigamos las mejoras en nutrición, infraestructura social, acceso al agua potable y cloacas, atención universal y gratuita en la salud pública.
Aumentamos la matrícula y la permanencia escolar. Ahora, la calidad educativa. Fortalezcamos una educación para el trabajo que nos prepare para los nuevos desafíos.
Creamos nuevas universidades que junto a la industria y el Estado componen el triángulo del desarrollo. Asociemos el crecimiento a la ciencia, la tecnología, la alimentación y la energía.
Los sistemas financieros son más modernos. Aseguremos siempre que estén al servicio de la producción y la economía concreta.
Proyectemos un país social y económicamente desendeudado, progresivo en lo tributario y con equidad en el gasto.
No hay que desanimarse si aparecen discusiones, son tensiones del crecimiento. Pueden conducirse democráticamente. Seamos tolerantes.
No queremos enfriar nada sino potenciar los motores que nos hacen crecer. Aprendimos del pasado cuáles eran los problemas con fábricas cerradas, máquinas paradas y obreros en la calle sin trabajo.
Ningún gobierno resuelve todo, ni hace todo bien. Lo que nos acerca es más fuerte que lo que nos divide. Ampliemos los consensos.
Tenemos un gran proyecto colectivo, desarrollarnos. Tengamos confianza. Yo creo en la Argentina y estoy orgulloso de ser argentino.