¿No es una maravilla que el aeropuerto internacional de Río de Janeiro se llame Antonio Carlos Jobim? Los cariocas homenajean a la música, a la cultura popular, al arte. Interesante mensaje para considerar en nuestro país, tan habituados estamos a ponerle el nombre de políticos o de militares a casi todo lo que se inaugura. Allí, en “El Galeao”, entre pistas, altavoces, azafatas que caminan al trote y turistas de todos los colores, el cronista de LA GACETA se siente como Tom Hanks en “La terminal”.
Hace una semana, el desembarco en Brasil incluyó una espera de siete horas por culpa de una combinación de vuelos. Ayer el plantón fue de seis horas, motivado por un enredo en la reserva del alojamiento. Tiempo de sobra para recorrer de punta a punta los tres pisos, el patio de comidas, el hotel, el free-shop. Faltó una oferta de trabajo, como en la película de Spielberg, donde Hanks interpreta a un hombre cuyo país desaparece –Krakozia-. Él queda burocráticamente atrapado en el aeropuerto de Nueva York. Claro que en este caso no hay una Catherine Zeta-Jones de por medio. En su lugar, una pandilla de bosnios añejados con vodka cantan por los pasillos.
Del encierro aeroportuario a las playas no hay transición imaginable. Es como saltar de Alcatraz al paraíso, sólo que en Copacabana los ángeles cambiaron las alas por caderas bamboleantes. Nunca hubo tantos argentinos juntos allí. Las hojas de la libreta se llenan de apuntes en segundos. Faltan ojos, faltan manos para capturar todo lo que pasa en tan poco tiempo.
Y de allí al subte –el metro- para correr rumbo al Maracaná. Rodearlo a pie toma 15 minutos. ¿Hacen falta más pruebas de su tamaño? En la sala de prensa podrían trabajar todos los periodistas de la Argentina y sobraría espacio. Son cientos y cientos de puestos relucientes. ¡Y el wi-fi funciona a la perfección! En plenas elucubraciones del Argentina-Bosnia de esta noche corre la convocatoria para relajarse en el Fan Fest. Eso implica retornar a Copacabana, pero también está la idea de levantarse temprano para hacer notas en el Corcovado. Vaya dilema.