El partido se juega en Argentina, no hay dudas. Apenas se distinguen algunas camisetas de Inter y de Gremio, los equipos fuertes locales, entre la abrumadora avalancha albiceleste. La Selección es mál local en Porto Alegre que en Río de Janeiro y en Belo Horizonte, y eso que allí los hinchas se contaron por decenas de miles. La diferencia es que aquí no
aparece el amarillo de los anfitriones entremezclado. Tampoco se escucha el clásico e inapelable "¡Pentacampeao"! que replica a los cantos argentinos.
El Gobierno de Río Grande do Sul leyó correctamente este mapa de situación y diagramó el operativo de seguridad más grande que se vio hasta el momento. Al contrario que en el Maracaná y en el Mineirao, los hinchas argentinos fueron retenidos hasta las 10 –hora de apertura de los portones- en los vallados ubicados a varias cuadras del estadio. A la hora señalada se fue permitiendo un flujo lento y tranquilo del público. La gente llegó caminando, sin aglomeraciones, y vigilada de cerca por miles de efectivos policiales, de Gendarmería y de la Policía Militar, Hay unidades en auto, en moto y a caballo, y un helicóptero no deja de sobrevolar la zona.
Llovió toda la noche en Porto Alegre y eso retuvo a muchos de los miles de visitantes en los hoteles y alojamientos. De todos modos, el patrullaje por la ciudad fue permanente. Se dio asueto a la administración pública y se cortaron calles y avenidas, con el objetivo de direccionar a los hinchas desde el centro hasta el barrio Menino Deus, donde se ubica el Beira Río. A las 3 de la mañana ya había fanáticos albicelestes haciando cola frente a los vallados. La lluvia les caló los huesos, pero no la emoción.
A las 9.30 ya estaban funcionando los puestos de venta de bebidas. La oferta del día: tres latas de Brahma de 350ml a 12 reales ($ 45 en los chiringuitos que aceptaban pesos). Diez minutos más tarde, la explosión de petardos y bombas de estruendo anunció que los accesos están a punto de ser liberados. Los hinchas confluyeron desde el parque Reina de Brasil y desde la vera del río Guaíba (de allí el nombre del estadio, significa “a la vera del río”).
Las selfies antes de ingresar, el himno “¡Brasil, decime qué se siente…!” y los abrazos de familiares y amigos se trasladaron desde las rampas de acceso a las tribunas. Dos horas antes del comienzo del partido el clima es
de fiesta absoluta. Ahora viene la hora del fútbol.