“Carperío”, “toldería”, “mal necesario” son algunas de las palabras que usa. El delegado comunal de El Mollar, Jorge Américo Cruz, reconoce que lo que se levanta en el predio del Parque de los Menhires “da mala vista”. Pero asegura que no tiene alternativa. “Es lo que hay. Viene la gente y necesita trabajar. Es el único lugar para que se instalen. Y gracias a que cobramos ‘el piso’, una suma módica, en 2012 compramos los materiales para hacer la planta alta del edificio comunal”, dice para fundamentar su decisión de permitir la instalación de la feria donde está prohibido. Argumenta también que solo el 1% de las viviendas paga las tasas comunales y que en enero se triplican los gastos para intentar -sin mucho éxito, reconoce- mantener la limpieza de la villa turística. “No logramos concientizar a la gente”, se queja agobiado.
No ignora
Reconoce que ha recibido la Resolución por la que el Ente de Cultura prohíbe la instalación de ferias; incluso, que ha hablado con la directora de Patrimonio del Ente, la arquitecta Mercedes Aguirre. Pero insiste en que ese predio “toda la vida lo manejó la Comuna”. “Creo que fue en 2001 que (el gobernador Julio) Miranda se lo prestó a Cultura para que instalaran allí los menhires, con la promesa de que luego se los llevaría a su lugar de origen”, añade maniobrando con sus certezas. Por sobre todas las cosas, está convencido de que tiene derecho a hacer lo que hace: “yo soy un administrador más de la Provincia; son solo 40 días. Está prohibido pero no rompo nada, así que me tomo la atribución de poner la feria. Necesito la plata”, remata.