En 1930, el conocido literato y periodista Ricardo Sáenz Hayes (1888-1976) publicó en “La Prensa” de Buenos Aires, un gran artículo sobre los últimos días de Juan Bautista Alberdi, con fotografías de su primitiva tumba en Neuilly-sur-Seine y su certificado de defunción, entre otras.
Desde París, semanas más tarde, Raúl Guiñazú envió a “El Orden” de Tucumán una larga nota (que se publicó el 23 de abril) con aclaraciones sobre el material gráfico que ilustraba el artículo de Sáenz Hayes.
Expresaba Guiñazú que esas fotografías eran producto de la investigación de campo de un tucumano, Manuel Villarrubia Norry, (hermano del escultor Pompilio Villarrubia Norry y del pintor y ceramista Domingo Villarrubia Norry). Manuel se las había vendido a Sáenz Hayes. En opinión de Guiñazú, si bien aquel estaba en todo su derecho de publicarlas, debió haber consignado de quién las obtuvo.
Guiñazú transcribía su diálogo al respecto con Villarrubia Norry. “¿Tengo o no derecho de esas ventas? ¿Por qué no habrá dicho el señor Sáenz Hayes en su brillante artículo, que las fotografías eran trabajo de Villarrubia; que era él quien encontró la tumba, el acta y todos los demás documentos?”, se quejaba. “Yo, que he corrido, gestionado, tomado sol, lluvia y frío, respirado miasmas y acaparado polillas, quedo olvidado por haber cometido el crimen de vender unas fotografías”. Años más tarde, Villarrubia Norry publicaría un breve pero logrado aporte sobre el autor de las “Bases”. Se titulaba “Documentos históricos del doctor Juan Bautista Alberdi”, y fue editado en Córdoba en 1938. Lástima la borrosa impresión de las fotos que allí incluyó.