Si la perspectiva era de calle Laprida hacia 25 de Mayo, podría decirse que hasta la luna se prendió en un partido dramático y emocional. Es verdad que cuando hubo tensión ella optó por esconderse entre las nubes, pero cuando el show estuvo a cargo de Atlético brilló tanto como sol en pleno verano. Y si se encendió fue porque comprendió que el “decano” buscó desplegar un fútbol vertical y agresivo contra un Chacarita que vio cómo el agua le bañó la cosecha.
Difícil será explicar, entonces, por qué Atlético se hizo dueño del partido a los 87’ tras el cabezazo criminal del 2-1 de Bruno Bianchi, al primer palo de César Taborda. Vamos por partes.
Si el “decano” doblegó a “Chaca” en el primer tiempo fue porque hasta Cristian Lucchetti salió a marcar pasando la mitad de la cancha. Si un “funebrero” tenía el balón, había que robárselo y enterrarlo sin dejar rastros. Y si el cuero era suyo, la idea era canalizar los asaltos a Taborda por diferentes sectores. Volvieron a fluir las proyecciones de Fernando Evangelista y de Nicolás Romat. Volvieron a surtir efecto los pases planos a las espaldas de los centrales de Pablo Garnier y Franco Quiroga. Volvieron a descolocar con sus intercambios posicionales Menéndez, Molina, Leandro González y Acosta. Atlético era un círculo perfecto con proyecciones infinitas.
Así llegó su primera gran chance. Por el piso, pero gracias a una falta con título de penal en el aire. Roncaniere machacó a Menéndez en el cielo, este tomó la posta; Taborda le dijo no desde los 11 metros pero nada pudo hacer en el rebote. Gol y al toque al descanso.
Resulta que cuando el equipo volvió algo cambió. Quizás su sentido de pertenencia por la victoria lo traicionó. Atlético falló al intentar salir de contra y lo pagó con un penal que Elías Zapata mandó a la red, a los 67’. Ese golpe, duro por cierto, trajo nuevamente al partido al equipo. Sin desesperarse, aunque ya poco sutil y claro, Atlético terminó haciendo justicia por mano propia llevándose los tres puntos. Esos puntos que valen oro.
Atlético se fue al descanso en ventaja y volvió al complemento diferente al equipo que fue en el acto uno. Se tiró atrás, intentó salir de contra y lo hizo mal, hasta que le empataron y reaccionó.
A pesar del bache del acto dos, Atlético demostró que cuando está concentrado convierte a esta ciencia incierta llamada fútbol en algo sencillo y vistoso.