El incremento de la quema de cañaverales en distintos puntos de la provincia, ha disparado la alarma y la preocupación en amplios sectores de la comunidad tucumana, no sólo por el grave impacto ambiental y sanitario que esta nociva práctica productiva genera, sino también porque se ha transformado en una de las causales de graves accidente viales. Según informes policiales, denuncias de lectores y de expertos, la humareda que provoca esa intervención incendiaria en los cañaverales complica gravemente la visión en la conducción de los vehículos de tal forma que llegan a derivar en percances carreteros, que provocan muertes y lesiones de consideración, además de daños patrimoniales y medioambientales. La propia Policía viene llamando la atención sobre estos casos.
Datos periodísticos y relatos de vecinos han dado cuenta de que hubo viviendas de familias alcanzadas por las llamas y la destrucción de campos en incidentes que llegan a extenderse por varios kilómetros, a tal punto que se transforma en una verdadera pesadilla para pueblos enteros.
Los responsables de Defensa Civil de la provincia han advertido en los últimos días respecto de que la cantidad de alertas realizadas vía telefónica superarían las concretadas en el período anterior. Bomberos, socorristas y residentes de las zonas afectadas por la quema descuentan que el problema no cesa, pese a la mayor vigilancia implementada. Es que todo indica que las autoridades competentes no han logrado hasta ahora desarrollar programas de controles más efectivos y operativos con la capacidad de desalentar este hábito pernicioso y, claro, sancionar a los responsables.
La quema del cañaveral, que se concentra especialmente entre agosto y noviembre -los meses de mayor sequía y los momentos en los que se apura la zafra azucarera- han generado también fuertes daños en los tendidos de las redes eléctricas, de tal forma que por horas muchos lugares han sufrido la falta de energía. Expertos de distintas disciplinas, catedráticos de la salud, organizaciones ambientalistas y vecinales han llevado a cabo -sin éxito hasta ahora- todo tipo de reclamos y hasta campañas para promover la erradicación de la quema. LA GACETA, a través de numerosos editoriales y trabajos de investigación ha advertido a los poderes públicos, a los agricultores, a los industriales y a los distintos factores sociales respecto de la necesidad de modificar esta costumbre desgraciada que complica la vida de miles de tucumanos. Se conoce que una buena cantidad de cañeros la sostienen como una manera de disminuir los costos laborales -de ese modo no pagan por pelar la caña- al tiempo que los ingenios azucareros hacen la vista gorda cuando la materia prima llega al canchón, pese a que una ley -la 6.253- prohibe expresamente la quema como método auxiliar de la cosecha y señala que las fábricas están impedidas de recibir esa producción.
El incumplimiento de esta norma prevé fuertes multas a los responsables y hubo casos en los que se llegó a detener a los incendiarios, pero en general, esta legislación no parece mover mucho el amperímetro de la preocupación de los funcionarios gubernamentales, ni de las autoridades policiales y judiciales que deberían custodiar el cumplimiento efectivo de la ley. Como se conoce, Tucumán es uno de los distritos más extragado por los accidentes viales, con una alta incidencia de muertes en esos registros: ese sólo y dramático panorama debería ser motivo suficiente para generar una urgente reacción gubernamental para erradicar el fuego y la humareda de los cañaverales.