“Los viejos no tenemos futuro. Tenemos pasado”. Esa es la frase que utilizó Hugo Ginel para presentarse en el ciclo “La otra pregunta”, de LG Play. El ex futbolista de Atlético, que cosechó numerosos títulos con el “Decano” y representó al país jugando para el seleccionado nacional los Juegos Olímpicos de Roma, no duda en afirmar que se alegra cada vez que LA GACETA lo convoca. “Al diario le debo mucho porque me acompañó a lo largo de mi vida deportiva”, sostiene a modo de presentación.
Se nota que está cómodo y que las cámaras no lo inhiben durante el diálogo. Su paso por el periodismo deportivo le enseñó a manejarse en televisión. Sus conceptos fluyen. Recuerda momentos históricos de su carrera. Cuenta anécdotas. Destaca los títulos y repasa momentos inolvidables. Confiesa que ya no va a la cancha, pero mira todo lo que puede por televisión, incluyendo a Atlético, el club que lo marcó para siempre. “El fútbol actual no es mejor ni peor: es distinto”, explica evitando la polémica.
- En su época de esplendor tuvo muchas ofertas para jugar en otros clubes pero decidió quedarse en la provincia. ¿Por qué?
- Dejé de estudiar, siendo medalla de oro, porque quería jugar al fútbol. Mi papá no estaba de acuerdo, pero tuve el apoyo de mi madre. Cuando crecí aprendí lo elemental: convivir con toda la gente de la colonia. Llegado el momento decidí quedarme. Me casé, tuve mis hijos, sigo ahí y no me arrepiento de la decisión tomada. Haciendo resumen de mi vida, tengo la dicha de dormir en la cama que me concibieron mis padres y concebimos nuestros hijos con mi señora.
- Sufrió la muerte de uno de sus hijos. Eso debe ser lo más duro que puede vivir un hombre...
- Siempre manifiesto que Dios es hincha mío. Sólo me falló una vez: cuando se llevó a mi hijo (N. de la R: Harold falleció en un accidente de tránsito, el 18 de julio de 1994). Después siempre estuvo ahí. Sin dudas nos costó mucho olvidar, especialmente a mi señora. Hay diferentes formas de procesar una situación así. No es fácil, pero el tiempo cura las heridas. Toda persona que pierde un hijo se inyecta la vacuna contra el dolor. Después de eso uno no puede sufrir más... Mi esposa llenó nuestra casa de fotos de él. Yo no podía soportarlo, pero era la madre y no le decía nada. Durante mucho tiempo besaba su foto antes de irme a dormir y volvía a hacerlo apenas me levantaba.
- ¿Volcarse al periodismo lo ayudó a seguir ligado al fútbol después de su retiro?
- De alguna manera sí. El fútbol me dio cosas que con plata no se pueden comprar: jugué en las inferiores de Atlético; llegué a Primera, salí campeón ocho años consecutivos, representé al país con el seleccionado nacional en los Juegos Olímpícos y conocí lugares que de otra manera no lo hubiese hecho. Pasé de jugar en El Empalme, en canchas de tierra, a presentarme en el Olímpico de Roma, donde había rosas alrededor del campo de juego y después de cada partido entraban los empleados con pasto para colocar donde se había levantado. Este deporte me dio tanto que necesito otra vida para pagar todo lo lindo que viví con la pelota.
- Siempre se lo vinculó con Atlético. ¿Qué sintió cuando su hijo Eric jugó en San Martín?
- Me sentí feliz porque sabía que él estaba feliz.
- ¿Va a la cancha?
- Dejé de asistir cuando terminé mi etapa en el periodismo. Debo confesar que me pongo tenso. Eso no sucede cuando estoy solo en mi casa, sentado en mi sillón. Yo siempre tengo fila uno, asiento uno. Cuando el partido se complica me levanto, camino un rato y luego regreso.
- ¿Qué recuerdos tiene del campeonato Argentino que ganaron?
- En la final enfrentamos a Quequén. Ellos habían preparado todo para la fiesta porque nosotros veníamos ganando con lo justo. El gobernador de Tucumán (Celestino) Gelsi tuvo la amabilidad de alquilar un avión y llevó a Remigio Abregú para transmitir el encuentro por radio. Atlético sale campeón al ganar en la definición por penales. En esa época sólo podía patear un jugador y nadie quería asumir la responsabilidad. Roberto Santillán, quien era el técnico, llamó a Canseco y le dijo: “bajo mi responsabilidad, patea usted”. Luego pidió que le hicieran masajes y le dio instrucciones. “Si esto no sale bien dígale a todos que yo me equivoqué”, fue la recomendación. Él convirtió todos. Ellos erraron el cuarto disparo y comenzó el festejo. Gelsi, que estuvo en la cancha, nos regaló tres días en Mar del Plata como premio. Ahí pude conocer esa ciudad. Luego puso un avión chárter que nos trajo a la provincia para ser recibido por la gente.
- Con Santillán sucedió algo que hoy sería casi imposible.
- Después de ser campeón, Don Roberto, un técnico que tenía todos los pergaminos, recibe un ofrecimiento de San Martín que era muy bueno. Me contó y me preguntó qué debía hacer. Me ofrecí a hablar con Arturo de la Vega, el presidente de Atlético. Él no era hombre de fútbol y lo tomó con calma. Reconoció que la propuesta era inmejorable. Esa suma Atlético se la podía pagar en dos años. Le dijo que no podía ser egoísta y le daba la libertad para que decidiera. La única condición era que le mostrara el borrador del contrato porque no quería que luego tuviera que lamentarse. Después de revisarlo le pidió que hiciera modificar un par de artículos. Le agradeció todo lo que había hecho y le dijo que volviera cuando quisiera porque era motivo de orgullo que Atlético tuviera como técnico a una persona con tantas virtudes. Incluso le deseo suerte en su gestión.
- ¿ Argentina puede ganar la Copa América que se jugará desde el viernes en Brasil?
- Entiendo que sí, aunque no será sencillo. Si bien tiene buenos jugadores, los rivales lo conocen muy bien al equipo. Además, Messi no pudo conseguir con la Selección todo lo que obtuvo en Barcelona. Allá se siente cómodo, dentro y fuera de la cancha. Tiene amistades por todas partes y un equipo que se sacrifica por él. Eso no sucede en la Selección. Los argentinos no tenemos el concepto de equipo. Siempre apostamos por lo individual y eso no es bueno en un deporte colectivo.
- ¿Cómo define al fútbol?
- Havelange decía que era un gran negocio y tenía mucha razón. El vendía los derechos un año antes y el que compraba tenía tiempo para negociar y ganar dinero.