La diferencia entre el costo de la canasta básica total de Tucumán (comúnmente llamada “canasta familiar”) y el de la canasta que elabora el el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) es de considerable. Es decir, para la Dirección de Estadísticas del Gobierno provincial, una familia de cuatro integrantes necesita para vivir en esta provincia $ 6.208,50 pesos menos que la misma familia en el Gran Buenos Aires (GBA).
El índice, que comprende lo que un grupo familiar gasta en alimentos, bienes y servicios por mes, es el paso previo a establecer el nivel de pobreza. De esta forma, una familia no es considerada pobre en Tucumán si reúne más de $ 32.751,83 por mes, pero en la Ciudad Autónoma todavía estarían por debajo de esa franja.
Ambas estadísticas utilizan un listado de productos alimenticios que componen, dentro de la “canasta familiar”, específicamente la Canasta Básica Alimentaria (CBA). Si el costo de la primera determina la “línea de pobreza”, la segunda establece la “línea de indigencia”, es decir, el sector de la sociedad que ni siquiera gana para comer.
Al poner el foco en esta última lista, se observan diferencias sustanciales. Según el Indec, un adulto promedio del (GBA) toma nueve litros de leche al mes. En cambio, la Dirección de Estadísticas local le asigna sólo tres litros mensuales. Luego, cuando se totaliza el costo de la leche fluida, entre las canastas surge una distancia de $ 324, solamente en este rubro.
Otros contrastes entre ambas listas se hace patente en varios otros ítems. Por ejemplo, de las mediciones surge que un tucumano consumiría un 30% más de harinas que un bonaerense; y un 25% menos de carne.
Inconsistencias
El economista Eduardo Robinson es cauto al referirse a la diferencia entre los $ 32.751 de la “canasta familiar” tucumana y los $ 38.960 de la relevada por el Indec. “Las estadísticas pueden arrojar diversos resultados según cómo se las realicen” dice el director de Robinson y Asociados.
“De todos modos, los niveles del Índice de Precios al Consumidor vienen aumentando de manera similar entre ambas regiones del país, por lo que esa diferencia de $ 6.000 entre la canasta provincial y la nacional parece fuera de contexto”, advierte el profesional.
Precisamente, como indicó ayer LA GACETA, la “canasta familiar” provincial aumentó siete puntos menos en comparación con la inflación del NOA informada por el Indec, que alcanzó el 55,5%. En cambio, la “canasta familiar” del Indec aumentó un 52,8% en el año, lo mismo que la inflación registrada en el Gran Buenos Aires. Ante esto, Robinson advierte “inconsistencias”.
El especialista también entiende que el uso de estos índices para determinar el nivel de pobreza puede no ser óptimo. “Medir por ingreso únicamente puede servir para dar un parámetro, pero es deficiente para medir la calidad de vida de la gente”, sostuvo.
Justamente, explicó que existen formas más abarcativas de medir la pobreza, que incluyen el acceso a la educación, a la salud y la infraestructura de la vivienda Igualmente, sostuvo que aun tomando esos valores para establecer la línea de pobreza, es posible que haya más pobres que la media nacional; sobre todo teniendo en cuento los ingresos del NOA y del NEA son más bajos que los del centro del país.
La forma de medir la pobreza es una tema por demás tratado en nuestro país. En diciembre, el ex director del Indec, Jorge Todesca cuestionó al Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, por la publicación de sus propias cifras de pobreza, que arrojaban un resultado 6% superior a los datos oficiales. “Induce a confusión, politiza un tema que debería ser tratado con respeto y revela un sesgo autoritario” aseveró.
Robinson sostuvo que más que realizar mediciones, es necesario buscar soluciones. “Para hacer que más personas salgan de la pobreza es necesario implementar políticas públicas que aumenten el nivel de ingreso” indicó.
La torta
Según el economista, la palabra clave es “productividad”. “Mejorar este aspecto significaría que el trabajador, por el mismo esfuerzo diario, obtendría mejores resultados y, por lo tanto, una mejor remuneración”. Robinson, quien es también docente de la Unsta, apela a una metáfora como ejemplo: “si de una torta deben comer todos, para que todos puedan comer más hay que agrandar la torta”.
“Las políticas que se están implementando actualmente redistribuyen el ingreso sobre la base de la misma torta: cortan los pedazos de una forma distinta, pero no la hacen más grande. Una forma de agrandar la torta sería dar incentivos impositivos para que los empleadores inviertan y así sus productos tengan más valor, lo que les permita pagarle más a sus empleados”, concluyó.