En la puerta de salida del aeropuerto Benjamín Matienzo las voces se mezclan entre los pasajeros recién llegados a Tucumán. Cada vez que aterriza un vuelo empieza la puja entre los choferes de autos particulares que ofrecen el servicio de traslado hacia el centro de San Miguel de Tucumán. Parecen un enjambre de abejas, pero son varios grupos de choferes que buscan clientes. Lo paradójico del caso es que es esas voces, a los gritos, ofrecen un servicio de taxi, pero son autos particulares, de cualquier color, sin licencia, y que no están autorizados legalmente para el traslado de pasajeros.
El caso de Tucumán es el único aeropuerto internacional en todo el país que no cuenta con un servicio de transporte oficial ni público identificado para tal fin. Esta realidad sigue vigente a pesar de que la estación aérea fue remodelada, ampliada y jerarquizada en 2017.
A partir de esas obras y del aumento de vuelos internacionales y la llegada de empresas que ofrecen el servicio de vuelos de cabotaje “low cost” también creció el flujo de pasajeros que entran y salen de Tucumán por vía aérea.
En la zona de embarque y salida, los picos máximos de aglomeración de choferes ofreciendo el traslado, como si fuesen vendedores ambulantes, se da, especialmente, cuando llega un vuelo internacional. Según un informe de la Empresa Argentina de Navegación Aérea (EANA), que depende del Ministerio de Transporte de la Nación, la ruta que más tráfico genera es Tucumán-Lima-Tucumán.
Además de la “pelea” a gritos entre los choferes, surgen otros problemas: que la tarifa es variable y que el pasajero no sepa si estos conductores pertenecen a una organización legal son dos agravantes. ¿Cómo es posible que las autoridades de una estación aérea que presume del rango internacional no cuente con transporte público de pasajeros que funcione en forma regular y que cubra el trayecto de ida y vuelta hacia la ciudad con identificación del chofer, del vehículo y de la tarifa a la vista de todos?
El propio subdirector de Trasnporte de la provincia, Pablo Toledo, dijo a LA GACETA que ese sistema es un caos. Hace una semana, el funcionario advirtió que Tucumán es el único aeropuerto del país donde los choferes se pelean en la puerta.
Hasta el año pasado, en el aeropuerto, algunos días podía verse una unidad de la empresa 124. Pero ahora no ingresa. En febrero de 2018 hubo un intento por debatir una solución. En agosto pasado el referente gremial de los servicios de taxis dijo que se iba a presentar una propuesta en la Legislatura, para que el Gobierno Provincial regule el trabajo de los remises.
Toledo dijo que se debería aplicar el mismo sistema que se utiliza en Aeroparque, en Buenos Aires, donde se emite un ticket al pasajero. “De esa manera no hay estafa para nadie; ningún chofer está a los gritos en la puerta y el vehículo estará identificado para darle seguridad al pasajero, sin que le cobren de más –afirmó-; así como está ahora están en peligro los pasajeros”, remarcó.
Llegó el momento de dar una solución definitiva al problema. Varios años pasaron sin que nadie moviera un dedo. Es como una rueda que gira y gira, mientras quienes deben tomar decisiones prefieren mirar para otro lado. Tucumán merece un aeropuerto con servicios de traslados legales, blanqueados, fácilmente identificables y con reglas claras para todos.