Por Jorge Figueroa

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Nos cansamos y recordamos en mayor medida. Esto, ese volver hacia atrás, nos hace pensar en lo que tenemos, en lo que fue y lo que pudo, o no, ser. No por repetido, pero el presente como un pasado diferido es un concepto derridiano que indica cómo lo ausente está tan, pero tan entre nosotros, no puede soslayarse. No es poco el cambio, por el contrario: transcurrimos de la aceleración como una consigna de vida a frenar esa velocidad.

Antes de la pandemia, un conocido muy cercano, con el que conversamos a veces, me hizo notar que él, yo y muchos más, nos podemos despedir contando que cruzamos del siglo XX al XXI y del segundo al tercer milenio.

En los tiempos de existencia de una persona no es poca cosa. (Paseábamos con mi hijo Andrés la primera semana de diciembre de 1999 con mucho frío y, bajo la lluvia por la avenida Champs Elysees en París, nos asombraba la intensa iluminación de los árboles que anunciaba otro siglo, otro milenio. París era una fiesta, qué frase, aunque nos tocó un hotel barato sin ascensor en la zona del ayuntamiento Hotel de Ville, en un cuarto o quinto piso).

Fue más que transcurrir de lo analógico a lo digital, mucho más. Podría decirse que es una nueva ‘ruptura epistemológica’, en los términos de Gastón Bachelard. Otros dirán cambio de paradigma.

A.- Comencé escribiendo con una pequeña y hermosa Olivetti Lettera 22 de mi papá (de los años 70, una de color azul, hermosa, para la revista Chasqui, del Gymnasium), y seguí con una Remington marrón-crema, horrible, en LA GACETA; y -aunque casi por semanas- con una máquina eléctrica (poco o nada las utilizamos) que tuvo una vida prácticamente efímera (las secretarias ejecutivas sabían usarla).

Luego ingresamos a las primeras computadoras, unos aparatos que traían los sabios ingenieros que nos enseñaban cómo usarlas, y pasamos varios años a las Apple azules o naranjas, las iMac. Internet, tiempo de e-mails. Un paso doloroso, para muchos colegas: nos costaba conocer qué hacer, qué teclas debían oprimir, qué operaciones realizar.

Antes de que concluya la primera década del nuevo milenio se inició la era de las redes sociales y un par de años después, la de los móviles (en Tucumán llegaron los celulares en 1994), con la generalización del sistema Android. Una tecnología que modificó el modo de ver, de la percepción, de la comunicación, todo, prácticamente. Los millennials y nosotros, los adultos mayores, adaptándonos. Hasta hoy, las redes sociales arrasaron. Nos arrasaron, mejor dicho.

B.- Esta tecnología incrementó la productividad del capital: fue claro en todos los diarios. Lo que hacían tres (o dos) periodistas en los 80 y gran parte de los 90, hoy lo realiza uno, y por supuesto, los géneros como el reportaje, la crónica y la entrevista se confunden, se desdibujan, algo que es inevitable. El editor aparece como el gran protagonista, si finalmente, tanto en la comunicación como en el arte, es quien realiza la composición. Lamentablemente, y a tenor de tendencias nacionales (dependiera del grupo que vendiera mejor su proyecto), se pasó de un tibio periodismo de investigación (muy elogiado, mas no desarrollado) a uno de servicio, que sometió y somete a los profesionales a las necesidades del marketing. Un periodismo que privilegia el magazine a la información, la noticia y su análisis. Supuestamente el mercado determina las notas locales, lo pequeño, las historias de vida, la ‘nota de color’ o como se llamen... Una perspectiva ideológica, sin dudas. En definitiva, un periodismo provinciano, pueblerino, superficial y profundamente religioso que bien supo describir el tan “venerado” Miguel Ángel Bastenier, aunque sus enseñanzas no se aplicaron.

C.- Lugares comunes como que el “periodismo está en la calle” han quedado atrás desde hace rato. Hasta en la actualidad se repite en las redacciones que no hay que usar los teléfonos. Pero, pandemia mediante, no hay alternativa. He sentido placer de hacer una entrevista con chat, e-mail y WhatsApp de por medio, incluso por Twitter, simultáneamente. Como si se tratara de un juego, uno siente (o debería hacerlo) el entusiasmo, o la duda, la indiferencia, la seguridad o no del entrevistado, sus cortes. Y qué decir con los emojis que delatan esos estados de ánimo, sin necesidad de decirlos.

D.- Ingresando en el final de la tercera década del siglo, del milenio, con el coronavirus en curso, los gerentes de los medios de comunicación admiten que el interés de los lectores va in crescendo. Mediante la televisión, la comunicación on line o el gran diario de papel. Los libros, a pesar de toda la publicidad en contra, no han dejado de leerse, pero tal vez de otro modo con Internet. Los lectores del diario papel, aunque en menor medida, siguen leyéndolo. Los porcentajes en Europa, Buenos Aires o Tucumán serán distintos, pero la gráfica no desaparecerá y fue y será la que soporte la edición digital. (Cuando aterrizaba internet nos informaban que allí se podían realizar grandes investigaciones, porque no existían limitaciones de espacio. ¿Cuánto pasó para que los medios on line se volvieran breves y concisos, casi sin análisis, y en muchos casos, sensacionalistas? ) Informaciones que aparecen de repente, como grandes títulos, pero que serán difíciles de encontrar a las horas, y en los diarios no se publicarán, directamente. Los editores han logrado en varios casos achatar la curva, podría decirse, con algún humor.

E.- Los que pertenecemos a los “grupos de riesgo” nos podemos retirar con tantas experiencias que cambiaron el mundo, la sociedad. De la escritura a mano, a la máquina de escribir, a las computadoras, al celular… Hemos conocido el casete, los VHS y los DVD y tantos reproductores. Como ahora, tantas aplicaciones, y el concepto mismo de aplicación.

De un modo doloroso, tal vez, hemos sufrido estos cambios; algunos pudimos acercarnos a ellos, otros no. Pero, les cuento que así como cuentan las grandes dificultades, igualmente, las satisfacciones. El proceso no se va a detener; como lo han sostenido distintos especialistas hay trabajos y actividades como el home office, ferias virtuales que quedarán instalados.

En los años 80, en El arte del motor, el pensador urbanista Paul Virilio, adelantó que el principio de aceleración llevaría al dominio de lo virtual sobre la realidad-real y advertía sobre las “máquinas de visión creadas para impedir la reflexión”.

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Jorge Figueroa - Doctor en Artes. Periodista.