POLICIAL
EL LOBO SE COME AL PERRO
NORA VENTURINI
(Edhasa – Buenos Aires)
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares afirman en Los mejores cuentos policiales (1981) que “A partir de 1841, fecha de la publicación de The Murders in the Rue Morgue, primer ejemplo y de algún modo arquetipo del género policial, este se ha enriquecido y ramificado considerablemente.”
En Italia el género policial es conocido como Giallo en alusión al color amarillo de la tapa de la primera novela policial publicada por Mondadori en 1929 y, efectivamente, funciona como una sinécdoque: el color de la tapa por el macrogénero literario y cinematográfico.
En 2019 el Giallo ha cumplido 90 años y para festejarlo Mondadori ha publicado Km 123, de uno de sus máximos exponentes, Andrea Camilleri, conocido por su comisario Salvo Montalbano.
Nora Venturini, directora teatral y guionista, nos presenta a la taxista Débora Camilli, Siena 23, que taxi al volante se involucra en la investigación de casos policiales en la Roma actual.
En su primera novela, La hora pico (L’ora di punta. 2017), Debora Camilli se ve involucrada en la investigación del asesinato de una pasajera. Su relación con el comisario Edoardo Raggio, a cargo del caso, parece fluctuar entre caminos seguros y declives peligrosos. Los personajes y el contexto de la primera novela tendrán continuidad en la segunda, El lobo come al perro (Lupo mangia cane 2019): su familia, su amiga Jessica, el comisario Raggio, el agente Nino Calocero, Fabrizio Comin, el joven carpintero de Treviso; pero también aparecerán nuevos personajes relacionados con la investigación del asesinato de un inmigrante eritreo.
Si en la primera novela los personajes se relacionan con la élite romana, en la segunda aparecen con fuerza el problema social, la miseria y la vida de los inmigrantes que buscan construir una nueva vida. Las calles de Roma desde el volante de una taxista constituyen la locación por excelencia y el escenario de los hechos narrados en ambas novelas.
El lector recorre con Siena lugares como via del Corso, Campo dei Fiori, Trastévere, un pub en San Lorenzo o las playas de Ostia. En la segunda novela, la estación Termini y vía Marsala, a la altura del albergue de Cáritas, constituyen el ámbito donde los sin techo acomodan sus bolsas de dormir y donde los edificios ruinosos de los inmigrantes contrastan con joyerías de lujo.
Débora Camilli tendrá un papel importante en la investigación policial como también en la vida de quienes la rodean, no es la mujer perfecta, ni la amiga confiable ni la amante total, simplemente sabe conducir su taxi, inmiscuirse en casos policiales y sacarse, con dos mujeres sobrevivientes de la violencia, una buena selfi en el Monte Pincio, con el rojo cielo, el río como fondo y una miríada de luces. No en vano ya está en proceso una serie televisiva con ella como protagonista.
© LA GACETA
Elena V. Acevedo