NOVELA

LAS LEALTADES

DELPHINE DE VIGAN 

(Anagrama - Buenos Aires)

Una línea imperturbable recorre cada milímetro de las páginas de la novela Las lealtades, de Delphine de Vigan. Autora de la autobiográfica Nada se opone a la noche y del “thriller” Basada en hechos reales, la escritora francesa diagrama, como si fuera una puesta en escena polifónica, la serie de cuadros marcados por el infranqueable dolor entre chicos y padres en la Francia contemporánea. El alcohol recorre el río de las congojas. Pero la bebida es solo el efecto flamígero de un drama total.

Théo y Mathis (de solo doce años) conforman el centro verosímil de un conflicto trágico, un conflicto que acarrea el malestar de un conjunto conformado por el sufrimiento. La profesora Héléne, el depresivo padre de Théo, Cécile, el profesor confidente Frederic, el ácido William: todos son sujetos activos y, a la vez, observadores del desmoronamiento. Eso es lo que narra la novela: el desmoronamiento. Cada personaje a su modo esculpe una figura, una silueta difusa y precisa a la vez, ya sea de sí mismo o del que observa. Cada voz –en primera o en tercera persona– de este polígono agudo y finísimo indaga y comenta los breves y rutinarios episodios que arman una sociedad desquiciada, atravesada por la miseria humana.

La música del desamparo

La profesora Heléne está preocupada por su alumno Théo. Lo ve desfilar hacia un pozo sin retorno. Pero no tiene pruebas. Son solo suposiciones o conjeturas. Ella misma –además de lo que tiene ante sus ojos– hilvana en primera persona una subjetividad alimentada por el fracaso y el maltrato.

Cécile, la madre de Mathis, contempla cómo su hijo lidia con las situaciones extremas y de qué modo ingresa en la noche frágil de lo que apenas tiene salida. La mentira baña sus acciones y también la de su hijo, Mathis. El esposo de Cécile, William, escribe con seudónimo en las redes sociales comentarios mordaces y racistas. Entonces Cécile ve, como un personaje de Antonioni, cómo se desmorona su matrimonio y se ríe de ello, a carcajadas.

Théo y Mathis hacen alianza en el alcohol. En ese líquido turbio y amoral, encuentran la amistad y la fuerza: “Theo bebe alcohol como si quisiera morirse”.

Delphine de Vigan toca la música del desamparo. Los cuadros dibujados con una prosa seca y realista tienen el tono inerte y amargo de la melancolía. ¿Qué personaje de su novela está fuera de la derrota? Podríamos decir que Delphine de Vigan ha escrito una tragedia moderna, una serie de escenas anudadas por una idea de destino contemporáneo. Los personajes no están determinados pero viven como si existiese una fuerza ciega que los empuja a la caída: hacen todo para que el abismo no sea una metáfora.

El otro como enigma

¿Qué hemos hecho con nuestros vínculos familiares, con nuestros sentimientos?, se pregunta Delphine de Vigan entrelíneas en esta novela desoladora. Theo y Mathis aceleran la caída y planifican los subterfugios para entrar a esa zona en la que el alcohol cubre lo inmodificable, lo ominoso y lo terrible de la existencia.

“Todo aquel que vive o ha vivido en pareja sabe que el Otro es un enigma”, dice Cécile, filosófica. Esa proposición condensa el muro que separa a los diversos hilos de la trama. ¿Cómo es que las relaciones humanas pueden volverse enigmáticas hasta el punto de que el otro se convierte en un desconocido? Esta parece ser la pregunta que atraviesa silenciosamente Las lealtades.

© LA GACETA

Fabián Soberón