Durante el segundo bloque de la conferencia online denominada “Caña de azúcar: bases para la fertilización y el manejo de malezas”, que realizó la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc), se abordó la temática de la fertilización en caña. El técnico de la sección Suelo y Nutrición del organismo Juan Ignacio Romero se refirió al balance de nutrientes en los suelos cañeros.

El objetivo de la presentación fue plantear una herramienta sencilla y algunos números medidos en Tucumán que ayuden a visualizar una realidad que tarde o temprano estará afectando a muchos de nuestros cañaverales. “Aún en suelos fértiles, donde quizás el proceso demore un poco más en hacerse visible, el uso agrícola continuado de la tierra, sin una estrategia de fertilización de reposición de los nutrientes extraídos, conduce al empobrecimiento y desbalance nutricional de los suelos y a la paulatina pérdida de su capacidad productiva”, señaló el profesional.

El técnico explicó que la herramienta propuesta se denomina ¨Balance Aparente de Nutrientes¨, y consiste en el cálculo simple de la diferencia entre las entradas y salidas de nutrientes en nuestros lotes o sistema productivo. “Es ‘aparente’ porque no considera las transformaciones ni las pérdidas (volatilización, lixiviación, erosión, etcétera) que sufren los nutrientes en el sistema suelo-planta, que en ciertas situaciones pueden ser significativas. Para el cálculo se considera como entradas a los aportes de nutrientes mediante la fertilización o agregado de alguna enmienda, y como salida a la extracción por cosecha”, indicó.

Según Romero, el término extracción por cosecha se refiere a la cantidad total de nutrientes presentes en los órganos cosechados (tallos molibles) y que son removidos del sistema en cada zafra. La magnitud de esta dependerá directamente del nivel de producción alcanzado en el lote, por lo que en nuestros tablones más productivos o en campañas más favorables, las pérdidas de nutrientes son mayores. Otro factor que influye en la magnitud de la extracción es la variedad de caña, ya que no todas poseen los mismos requerimientos y partición de nutrientes.

“Cabe destacar que en la extracción por cosecha, el sistema pierde cantidades variables de todos los nutrientes esenciales que el cultivo requiere para su crecimiento (al menos 14 elementos). Mientras que cuando hablamos de fertilización en nuestros cañaverales pensamos, en el mejor de los casos, en tres de ellos: Nitrógeno (prácticamente siempre, salvo en algunas cañas plantas), a veces fósforo (cuando el análisis de suelo nos marca la necesidad) y muy rara vez potasio en algunos suelos arenosos del pedemonte”, precisó.

A la hora de armar el plan de fertilización de lotes con valores de fósforo por debajo a los umbrales críticos establecidos, Romero resalta que resulta útil saber que cuando los rendimientos son normalmente elevados, las dosis recomendadas para esas situaciones pueden no alcanzar a reponer todo el fósforo que se extrae con la cosecha. “Por lo que si queremos ir levantando esos niveles, las dosis deberían ser algo mayores a las usuales. Esto siempre debe ser definido en función del análisis de suelo, los niveles de rendimiento alcanzados y la extracción promedio por tonelada de caña”, explicó.

También destacó que en el residuo agronómico de cosecha (RAC) se encuentra una importante cantidad de nutrientes que fueron absorbidos por el cultivo, pero que se reciclan en el sistema cuando se hace cosecha en verde y no se quema o se elimina este. “Si lo eliminamos del sistema, el balance de nutrientes se hace mucho más negativo y el empobrecimiento de la fertilidad química de nuestros suelos se acentúa”, puntualizó.

La fertilidad de nuestros suelos es un recurso que nos permitió durante mucho tiempo extraer nutrientes sin siquiera pensar en reponer una gran parte de estos, agregando solo aquellos que limitaban el rendimiento de los cultivos. Hoy, en muchas áreas productivas se observan respuestas al agregado de algunos nutrientes para los que antes no había respuesta, fruto de los mayores potenciales de rendimiento y al paulatino empobrecimiento de los suelos. “No esperemos caer en niveles que sean claramente restrictivos para el crecimiento de los cañaverales para recién hacer algo. Podemos plantear manejos preventivos más sustentables, cuidando o incrementando los niveles de materia orgánica y planteando dosis de reposición para aquellos elementos de comportamiento residual que el análisis de suelo evidencie que están en valores cercanos o inferiores a los críticos”, dijo.

Finalmente, insistió en la necesidad de proteger los suelos. “Su fertilidad no es eterna, tenemos que cuidarla o la perderemos paulatinamente”, concluyó Romero.