En más de una oportunidad, y casi con seguridad, hemos escuchado el sintagma “el arte, cura” o “la literatura, sana”, y junto con en este último el término “biblioterapia” (conjunto de prácticas que hacen uso de los libros como herramienta de mejora personal). Pero, ¿es tan así?, ¿una novela, un poema o un cuento pueden servir de terapia a las personas? “Si alguna posibilidad hay de que esto sea así, es sólo para quien escribe. La lectura de un libro puede ayudarnos a pensar, generarnos preguntas nuevas o iluminar zonas que teníamos en tinieblas. Pero nunca tendrá un efecto realmente terapéutico. Con suerte nos invita a seguir adelante en la investigación de quiénes somos y, quizás, eso baste para que busquemos un espacio analítico. Ahí será donde pueda darse el fenómeno de la cura. El escritor, en cambio, puede sublimar alguno de sus dolores y ponerlos en palabras. Entonces, en lugar de deprimirse escribe, y esa escritura puede generar algún alivio. De todos modos, el develamiento de las razones que nos hacen padecer seguirá siendo patrimonio exclusivo del consultorio”, responde el psicoanalista y escritor Gabriel Rolón, autor de libros como Historias de diván, Los padecientes, El Duelo, Historias inconscientes o Palabras cruzadas, que acaba de reeditarse por el sello Planeta, a doce años de la primera edición con la particularidad de que se trata de un volumen “corregido y aumentado con una historia nueva”.
- Palabras cruzadas había funcionado muy bien en aquel ya lejano 2009, y desde el afuera parecía un libro cerrado. Entonces surge la inquietud sobre cuáles fueron las razones que te impulsaron a reeditarlo.
- Palabras cruzadas fue escrito hace muchos años. En aquel entonces no tenía la relación con los lectores que tengo hoy. Mi obra ensayística no existía y no había podido comunicar mis pensamientos sobre algunos temas tan importantes como el amor, las pérdidas o los duelos. Eso me impulsó a revisar el libro. No para modificar los casos existentes, aunque sí para agregar muchos conceptos teóricos y pensamientos que en ese momento no creí pertinentes. Hoy podemos conversar con el lector desde un lugar diferente.
- ¿Qué te llevó a incluir un nuevo caso?
- La decisión de agregar un caso tuvo que ver con darle al libro algo más, una historia distinta con una temática que no abordé en la edición original. Creo que ahora el libro y yo podemos sentir que nos hemos dado lo mejor de cada uno.
- Desde hace tiempo la literatura y el psicoanálisis se llevan bien, ¿Por qué pensás que sucede eso?
- La literatura, como el psicoanálisis, es un mundo de palabras. Pensamos, soñamos y fantaseamos con palabras. Eso hace que los analistas y los escritores nos movamos en mundos que tienen algunas reglas parecidas. No iguales. Porque la palabra que le importa al psicoanálisis no es la misma de la que se ocupa la literatura. A nosotros, analistas, nos interesa la palabra en tanto y en cuanto falla en su intento de comunicar. Nos interesa el lapsus, el error, ese instante en que el paciente habla y dice más de lo que quiso decir. O menos. Pero siempre algo diferente. Algo que trae aromas de un lugar distinto: El Inconsciente. Un lugar donde hay recuerdos que no podemos recordar. Escenas reprimidas que hoy son la causa de nuestro sufrimiento. Pero aun así, la literatura y el psicoanálisis siguen teniendo un aire de familia.
- ¿Hasta dónde se puede narrar lo que sucede en un cuarto cerrado y en un diván?
- Puede contarse mucho. Intervenciones del analista, reacciones del paciente, momentos de humor o de angustia y, sobre todo, la historia de alguien que sufre y ha tenido el coraje de pedir ayuda y adentrarse en el laberinto de sus enigmas personales. Es cierto que nunca podrá transmitirse todo lo que ocurre en el análisis. Eso queda en el cuerpo del profesional y del paciente y es intransferible. De todos modos, pienso que mostrar con honestidad lo que pasa en un ámbito tan íntimo, puede ayudar a que muchos se interesen por atravesar ese camino o, al menos, miren con respeto a quienes se animan a recorrerlo.
- ¿Cuánto plus de ficción se agrega a lo que se elige contar?
-En mi caso, la ficción sirve para velar la identidad del paciente y para llenar con interés dramático los huecos que se dan entre los distintos momentos culminantes del análisis. En los relatos, los casos tienen un comienzo, un desarrollo, algunos puntos de quiebre y una resolución. En la realidad, ir de uno a otro de esos puntos ha llevado mucho tiempo. Un tiempo que sería tedioso para el lector que, con justa razón, espera que en el libro pasen cosas casi todo el tiempo. Es ahí donde la ficción me ayuda a pegar esos saltos sosteniendo la tensión literaria.
- Recién hablamos de la ficción que se puede agregar a lo que decides contar y escribir. Pero, ¿cuánta ficción hay en lo que escuchás o podés escuchar en una sesión?
- Mucho. Porque, aunque el paciente diga la verdad, siempre será su verdad, su realidad psíquica. Si yo hablara con las personas que estuvieron en cada uno de los sucesos que él me relató, de seguro podrían contar cosas diferentes. Es decir que siempre nos recorre una ficción. Una ficción que nosotros creemos verdadera.
- Muchas veces la relectura permite una reescritura, ¿también puede permitir una reconstrucción como sujetos?
-De eso se trata un análisis. De hacer una relectura de lo que vivimos, de mirar nuestro pasado desde un lugar distinto hasta el punto tal que podamos, con los mismos hechos, construir otra historia. Si eso ocurre, te aseguro que seremos sujetos diferentes. De hecho, es lo que hay que esperar de un análisis: que nos convierta en personas que no hubiéramos sido nunca de no habernos analizado.
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PERFIL
Gabriel Rolón nació en Buenos Aires en 1961. Cursó sus estudios en la Facultad de Psicología de la UBA e hizo su especialización en psicoanálisis. Historias de diván (2007), su primer libro desde el psicoanálisis, vendió 300.000 ejemplares. Se editó en Alemania, España, Uruguay, Bulgaria, México y Brasil, fenómeno que se repitió en 2009 con su segundo libro, Palabras cruzadas, y con la publicación en 2010 de Los padecientes, su primera novela, que fue traducida al francés, al portugués, al italiano, y llevada al cine con gran éxito de público. En 2012 publicó Encuentros, el libro más vendido del año. Luego publicó Historias inconscientes, Cara a cara, La voz ausente y El precio de la pasión, con gran éxito de ventas.