Hace más de un mes y después de varias conversaciones entre las principales autoridades de los municipios de Yerba Buena y de la Capital se decidió levantar la rotonda que está en la intersección de El Camino del Perú y las avenidas Belgrano-Perón. La obra que por cierto sorprende por su lentitud cerró el camino para los ciudadanos que circulan de Norte a Sur y viceversa. En cambio, los que iban con dirección oeste-este o al revés sólo vieron cortado su camino muy pocos días al comienzo de las tareas. Muchos ciudadanos que circulaban hacia el norte y venían por la acera Este del Camino del Perú eligieron sortear obstáculos. Para ello, al llegar a Belgrano doblaban a la derecha y circulaban (con sentido oeste-este) una cuadra hasta llegar al semáforo de la intersección con Esteban Echeverría. Cuando la luz verde les daba paso doblaban en “U” como está prohibido. Esa acción se hizo una costumbre. LA GACETA constató que en solo 15 minutos 48 vehículos cometieron tal infracción.
Doblar en “U” está prohibido en las avenidas de Tucumán. Los saben los transeúntes. Y cometer ese delito implica una sanción pecuniaria que llega a los $ 51.000: tan grave como cruzar un semáforo en rojo. Sin embargo, pareciera que no importara la multa y menos aun el hecho de cometer una falta. Tal vez ese sea el problema mayor porque describe un comportamiento del que no puede enorgullecerse una sociedad.
En su libro “Un país al margen de la ley”, Carlos Nino (1943-1993) destaca citando John Elster que las normas son como los cimientos de una sociedad. Es decir que el solo hecho de incumplir una ley o una ordenanza está transmitiendo un alto nivel de inseguridad y de frustración en la sociedad. Va más allá Nino; sugiere que afectan la productividad y hasta la subsistencia e integridad del tejido social. En su desarrollo el destacado abogado argentino demostró como la anomia es decir el desapego del ciudadano a las normas termina perjudicando notablemente al infractor. Y, a la larga, produce un daño a las instituciones y, por lo tanto, a la democracia.
Desgranar las palabras de Nino y sus teorías es posible que no le preocupe a la persona que va al volante y que quiere llegar cuánto antes a su destino. Sin embargo, si cumpliera con su obligación, cual es acatar las normas, evitaría contratiempos y hasta liberaría el trabajo de municipales. Ni hablar de las consecuencias económicas que le pueden provocar.
Es tal el desgaste que hay entre el ciudadano y la autoridad que la primera reacción es que ellos se ven obligados a cometer una infracción debido a la demora en la construcción -en este caso, el levantamiento de la rotonda-. Inmediatamente surge el argumento de que se paga impuestos y por lo tanto le da algunos derechos para actuar cuando los responsables no cumplen.
Un corte de calle es un hecho simple y cotidiano en la vida de una ciudad y, en este caso, marca el deterioro en el que se vive y la anomia que empieza a reinar. Sobre esos riesgos debería abrirse una profunda reflexión.