Víctima compasiva: “No quiero una condena para él; quiero que lo rehabiliten”

Al finalizar la audiencia, el taxista que fue víctima de un robo abrazó al joven que fue condenado a dos años de libertad vigilada.

UNA RESOLUCIÓN POCO COMÚN. El juez Moeykens tuvo presente el deseo de la víctima y ordenó que el joven sea tratado de las adicciones. UNA RESOLUCIÓN POCO COMÚN. El juez Moeykens tuvo presente el deseo de la víctima y ordenó que el joven sea tratado de las adicciones. La Gaceta / foto de Analía Jaramillo

“Tengo 60 años y sé que la vida es dura. No digo que a mi edad ya haya visto todo, pero ando en las calles… y él también es como una víctima”, indicó el taxista Jorge Alfredo Riarte, refiriéndose al V.R, el joven de 18 años que lo asaltó e hirió con la culata de un arma meses atrás cuando aún era menor de edad. Hechos así suelen ser traumáticos para las víctimas y no es muy común que los damnificados pueden dejar de lado ese dolor para empatizar con la persona que los lastimó.

Riarte se distinguió en ese sentido: remarcó que más que asegurarle una condena en prisión al imputado, le garanticen que el Estado rehabilitará de la drogadicción a V.R. “Él es víctima de todo lo que está pasando, de cómo se vive en la calle. Conozco esa realidad, yo también trabajé con grupos que recorren los barrios pobres y se nota que las personas como él no tienen las mismas condiciones de vida que una persona normal. El Estado es culpable de eso, el Estado no se acuerda de ellos”, enfatizó el chofer.

En la audiencia se reveló que el adolescente había dejado la escuela a los 16 años y que desde entonces trabajaba como chatarrero, actividad que no alcanzaba siquiera para su propio sustento. La madre del chico contó que debido a la adicción V.R prácticamente no estaba nunca en casa.

Un camino

Cuando la investigación determinó que el adolescente estaba implicado en este asalto, la Policía fue a buscarlo pero luego corroboraron que V.R. ya había sido detenido por otro intento de robo. Además ya tenía antecedentes, por eso llegó a esta audiencia detenido. “Este chico está ahora en el lugar más bajo en el que podría estar. Debe ser terrible estar en una cárcel, pero él tiene que darse cuenta de que este es justo el momento de levantarse. Todos sabemos lo que está bien y lo que está mal; este es el momento en el que tiene que decidir qué camino tomar”, dijo Riarte, que sin mirarlo, le estaba dando un consejo de vida al imputado. “No sé si la cárcel es el lugar adecuado para que se pueda reinsertar en la sociedad, pero eso es lo importante y los profesionales sabrán cual es la mejor opción para ayudarlo. Esté donde esté, cuando salga tiene que tomar otro camino, y eso depende de él y de nadie más”, agregó.

“El Estado es el responsable de esta realidad, a diario veo todo lo que pasa en ese barrio, todos los días veo cómo lastiman a mis colegas y eso es muy duro”, dijo el hombre, que en ese momento lloró. “Espero que el Estado pueda sacarlo de la adicción, porque para eso elegimos gobernantes. No podemos mirar para otro lado en ese sentido y pensar que sólo hay que condenarlo”, añadió.

Por último, a pesar de que por ser una audiencia cerrada eran pocos los presentes, el taxista planteó una reflexión para quienes lo oían: “los chicos en esos barrios no tienen alternativas; no tiene escuela, no tiene caminos, no tiene comida, no tienen nada. Si cualquiera de nosotros tuviera la edad de ese chico y viviera esa realidad no sé qué pasaría”.

Cesura de juicio

En mayo, la jueza Ana María Iacono ya había determinado la responsabilidad penal de V.R. en el hecho. Lo que se desarrolló la semana pasada fue la audiencia de cesura, en la que el juez penal de Niños Niñas y Adolescentes, Federico Moeykens, debía resolver el monto de la pena que se le impondría al joven.

En esa segunda etapa del debate, la fiscalía de Flagrancias V, a cargo de Susana Cordisco, solicitaba imponer una pena de cumplimiento efectivo de dos años y cuatro meses, teniendo en cuenta los antecedentes de V.R. La defensa, por su parte, pedía que la condena se cumpliera de manera condicional.

La madre del agresor también declaró. Señaló que el taxista había descripto a la perfección el contexto en el que vivían, en el barrio Belisario (zona de San Cayetano), y agregó que por falta de dinero lo único que podía prometer era intentar buscar un lugar en el campo para irse a trabajar, y llevarse a sus hijos lejos de los transas.

El magistrado, luego de escuchar a todos, finalmente tuvo en cuenta el deseo de la víctima y resolvió condenar a V.R. a una pena de dos años y tres meses que cumplirá bajo el régimen de libertad vigilada. La modalidad cambiará si el chico no cumple las normas de conducta impuestas. Como requisitos para la libertad, se le impuso que deberá terminar la escolaridad y luego adoptar un oficio, o bien, continuar con sus estudios. Además deberá someterse a un tratamiento médico y psicológico para salir de la adicción. Por último, deberá hacer trabajo comunitario en el Sindicato de Taxistas.

Está claro que el chico por sí solo y en su condición difícilmente podría iniciar todas estas tareas, por eso Moeykens también ordenó que tanto el Patronato de Internos como la Dirección de Juventud hagan un seguimiento sobre el condenado y le faciliten los recursos para poder cumplir esas imposiciones.

Luego del fallo V.R y Riarte se levantaron. El hombre se acercó al pupitre en el que el adolescente estaba junto a su defensora e intercambiaron un diálogo. Nunca sabremos qué se dijeron fuera de los micrófonos; posiblemente hubo un nuevo pedido de disculpas hacia la víctima y, a lo mejor, el taxista se ofreció a ayudarlo de alguna manera. Lo único cierto es que antes de despedirse la víctima y el victimario se dieron un abrazo, algo tan pocas veces visto en Tribunales que merece ser mencionado en esta crónica.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios